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crónicas precarias

Nada de envidia

Los argentinos se creerán muy especiales con su juicio a algunos de los responsables de la sangrienta represión cometida durante su última dictadura militar, pero la verdad es que no me dan nada de envidia. Nada de nada de nada. Total, lo único que han hecho es condenar a cadena perpetua a un puñado de asesinos y torturadores que se dedicaron durante años a violar impunemente los derechos humanos bajo el amparo de un gobierno autoritario. Crímenes de lesa humanidad, dicen. Pues tampoco es para tanto. Que los españoles también podríamos hacerlo si quisiéramos, ¿eh? Lo que pasa es que no queremos.

Porque, a ver, ¿de qué sirve juzgar a los causantes de centenares de muertes, desapariciones y suplicios que ocurrieron hace un porrón de años? Si ya casi nadie se acuerda de eso. Aquí estamos ocupados en cosas más importantes, como aumentar la productividad y mejorar el flujo de exportaciones e importaciones, por ejemplo. ¿La justicia impulsa la productividad y sube puntos del PIB? ¿Las reparaciones históricas reducen acaso la tasa de paro? Por supuesto que no. Entonces, para qué nos vamos a meter en esa movida, quita, quita. Mejor seguimos como hasta ahora: tranquilitos y ordenados. Tenemos la paz de los cementerios y un montón de tipos de cereales distintos en el supermercado, ya podemos darnos con un canto en los dientes.

Pobre Argentina, menos mal que todavía existen países civilizados y desarrollados como el nuestro para dar ejemplo. Menudos irresponsables son en el hemisferio sur, ¡a quién se le ocurre ponerse a cuestionar su historia reciente! No se dan cuenta de que eso solamente sirve para reabrir viejas heridas. No las de los enterrados en fosas comunes, que esos ya llevan muchos años muertos, sino las de una sociedad infantil y sempiternamente menor de edad que no es capaz de afrontar su pasado reciente.

Claro, te pones a cuestionar las acciones fascistas de los fascistas y lo mismo van y se te ofenden. Y eso sí que no lo podemos permitir. Mucho mejor apartar la vista y alejarse silbando. Aquí no ha pasado nada, todo correcto, todo normal, todo bien, bien, bien. Si te preguntan, dices que a eso se le llama reconciliación y ya está. A ver si por sacar cuerpos de las cunetas nos empezamos a poner nerviosos y se lía otra vez, parecen querer decir algunos. Suena casi a amenaza.

Mejor seguir calladitos, con nuestros cadáveres condenados al anonimato, nuestras calles con nombres de represores y nuestra defensa de la impunidad. Coqueteando con el autoritarismo y dejando que los franquistas nostálgicos esparzan tranquilamente sus añoranzas violentas. Da igual que la ONU haya abroncado al Gobierno español por ignorar a las víctimas de la dictadura. Al fin y al cabo, son nuestras costumbres: silencio, desmemoria impuesta y temor. El "no vaya a ser" como un francotirador que nos apunta desde alguna azotea (franco-tirador, ¿lo pilláis, eh? Guiño, guiño, codazo, codazo).

En fin, que no sé a qué viene tanto barullo con la movida procesal argentina. El único mérito es tener una dictadura reciente (bueno, y ganas de exigir justicia). Es más, si nos ponemos chulos, les ganamos, que tenemos más desaparecidos que ellos y muchas más fosas comunes. ¡Ja, el día que nos apetezca hacer algo os vais a enterar, flipados argentinos!

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