Está tremendamente reciente el caso de la Biomasa por medio del cual se pretendía traer 40.000 toneladas mensuales de restos de vegetación de África o Brasil e incinerarlos en La Isleta para transformarlo en energía.

Al peligro de plagas, olores, humos, almacenamiento al aire libre, chimenea de 60 metros, antiestéticos andamiajes, cintas transportadoras de centenares de metros se unía el perjuicio sanitario para toda la población de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria que la exponía a enfermedades graves.

Este proyecto fue ultimado en las últimas horas del Gobierno de Canarias de Paulino Rivero (ATI) y lo retomó con diligencia el gobierno entrante de Fernando Clavijo (ATI).

Nuevo gobierno, nuevos consejeros, mismo proyecto, el cual, una vez estudiado es catalogado con la condición de estratégico con su inherente urgencia en el acortamiento de plazos. Esto aconteció en septiembre de 2015.

En enero de 2016, no hace todavía dos años, la prensa publicó los desfavorables y alarmantes informes con los que la Consejería de Sanidad calificó aquella instalación. Los profesionales de esta consejería, superando cualquier trance, se mantuvieron firmes en su diagnóstico y salvaron a esta ciudad e isla de un penoso e increíble destino.

Nunca una dimisión voluntaria de los responsables de un proyecto hubiese sido tan justificada y plenamente entendida. Sorprendentemente, pocas responsabilidades se pidieron.

Hoy, con los mismos responsables gubernamentales de aquella ocasión, y en tan escaso periodo de tiempo, el Gobierno de Canarias ha dado un giro a la política energética canaria, en el cual, si antes Gran Canaria era sentenciada con aquel proyecto de energía de resultado sucio, ahora abocan a la isla a un sacrificio paisajístico con la energía de resultado limpio.

Las instalaciones eólicas masivas son indudablemente perjudiciales para el paisaje. En nuestro caso, parece que no se es consciente de nuestro reducido territorio y condición de pequeña isla turística en la que una gran mayoría de gente vive del paisaje, y a la totalidad nos afecta.

Ha habido protestas y paralizaciones de parques de molinos en Tenerife, Fuerteventura y Lanzarote por su impacto ambiental.

En las Islas Baleares la energía eólica, hoy por hoy, es inapreciable, ya que viviendo del turismo el paisaje es su mayor riqueza.

Por supuesto, somos favorables a las energías renovables, pero en una proporcionada y consecuente contribución tanto al clima del planeta como a nuestra factura económica.

En Gran Canaria, al amparo del ya conocido Proyecto Estratégico y sus inseparables urgencias, se han levantado en tiempo récord en las inmediaciones del Barranco de Tirajana, unos parques eólicos de desmesurada altura, la suficiente para destrozar la vista de los preciosos riscos de la cumbre de Gran Canaria cuya limpia visión ya no tenemos.

En la punta de Tenefe, en las inmediaciones de Juan Grande, a 2.100 metros de la costa, se pretenden instalar un parque de aerogeneradores en el mar que deteriorará el horizonte de la Playa de San Agustín y Playa del Inglés. Cualquier usuario de Google Earth puede comprobarlo.

¿De dónde viene esa propuesta que haría imposible tan siquiera hacer un reportaje fotográfico promocional de las dunas de Maspalomas sin que salgan los molinos distorsionadores?

Apreciamos y admiramos los trabajos que se pretenden en la plataforma Plocan, pero esa instalación iba a varias millas de la costa, las suficientes como para no verla, y ahora aparece tremendamente cerca de las playas de Jinámar y La Laja con el agravante de que irá acompañada de molinos aerogeneradores que le dará a la entrada de la ciudad un aspecto de ciudad factoría. ¿Cómo se puede ordenar ese cambio en el proyecto con esas consecuencias?

¿Dónde está el estudio de impacto ambiental que lo permite?

Hemos volcado ilusión en el embellecimiento de la autopista GC-1 en la cual hay un punto en el que tenemos puestas grandes esperanzas, está circulando en dirección norte en la curva de La Pardilla, en el cual, de improviso, aparece por primera vez al visitante, parte de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y la personalísima visión de La Isleta.

Ese proyecto y la magnífica panorámica de sus montañas puede quedar arruinado con la instalación de molinos junto a la Plocan que se encuentra en las inmediaciones.

Si ese es el cuidado que se le pone al paisaje, ¿cómo hemos de sentirnos con el proyecto Chira-Soria, tremendamente cuestionado técnicamente por ingenieros profesionales del mismo sector, y que afecta a los mejores rincones interiores de Gran Canaria?

¿Qué ganamos si siendo 100% renovables nos quedamos sin paisaje para ofrecer y vivir?

Las Islas Canarias tienen gran número de justificadas excepciones para su desarrollo, desde las referidas a las RUP, combustibles, transportes, residencia... incluso recientemente, el presidente del Cabildo de Tenerife viendo peligrar el turismo británico en su isla por el Brexit sugiere una excepción para los británicos en su tránsito laboral y turístico.

¿Cómo no se hace lo mismo y se contemplan unas lógicas condiciones, que como territorio reducido y dedicado al turismo no se puede consumir de una forma tan impactante?

Por el contrario, es el Gobierno de Canarias que, caricaturizando la comparación, niega una ínfima aportación de 100.000 euros para el Womad en Gran Canaria, pero se muestra espléndido con la isla, y exhorta al Estado proponiéndonos como territorio propicio experimental de parques eólicos en el mar. Si bien la investigación es bienvenida, su puesta en escena es letal. Pedimos una reflexión autocrítica al Cabildo de Gran Canaria en lo que exponemos.

Nuestra preocupación por incomprensibles proyectos anteriores para la isla fue el motivo de la creación de nuestra asociación por un elemental amor a ella y la ciudad. La espoleta que nos activo fue el anuncio de colocar un taller astillero en el Istmo que, sumado a los anteriores emplazamientos señalados en este artículo dan pie a imaginar un perverso acupuntor seleccionando en los mejores enclaves de la isla a fin de arruinarlos.

Cualquier ciudad portuaria que tiene ya un taller astillero y acomete la tarea de una conexión amable puerto-ciudad, lo primero que hace es quitar el astillero o trasladarlo a otro sitio como elemental primer paso. Nos remitimos a nuestra alegación parcialmente aceptada en su día.

Nuestra ciudad que está en ese proceso, y que ha llevado décadas dejar limpio el Istmo de actividades nocivas, que incluían astilleros, teniendo ahora unos muelles libres, es incomprensible que los quieran ocupar, ya no solo para megayates, sino teniendo cabida otras embarcaciones según corrigieron. Si Gran Canaria fuese una isla turística solitaria, malgastar el istmo con un taller sería una necia dilapidadora propuesta, pero se convierte en un auténtico suicidio tal cual se planifica el futuro de las otras islas del archipiélago si queremos mantener el nivel de competitividad.

Tan sólo en Tenerife se construye todo un puerto nuevo para tráfico conflictivo como Granadilla, liberando el de Santa Cruz para actividad amable, Puerto de la Cruz con un proyecto de puerto deportivo aspirando al máximo nivel, Los Cristianos pasa de puerto de pasaje y mercancías a deportivo, y el tráfico de ferrys lo afrontará el de Fonsalía renovado.

Gran Canaria tiene disponible el puerto industrial de Arinaga con posibilidades de ampliación para colocar allí un taller o en los muelles exteriores.

La Autoridad Portuaria hizo una buena gestión contratando a una empresa para desguazar los barcos chatarra que ocupan espacio en los muelles interiores, lo que no es comprensible que esa misma empresa obtenga en ese contrato la opción de traer cualquier barco de cualquier parte del mundo para achatarrarlo en el puerto de La Luz alejado de cualquier circuito metalúrgico. Es un extraño método de solucionar un problema puntual convirtiéndolo en crónico. Según lo publicado el primer trabajo pudo haber sido el portaaviones Príncipe de Asturias de 200 metros de eslora, lo cual da a suponer que hay espacio disponible para un taller astillero en esos muelles.

El Tribunal Superior de Justicia de Canarias recientemente ha fallado en contra de la Autoridad Portuaria por el establecimiento de una cafetería en un monumento BIC como es Faro de Maspalomas. Ese magnífico edificio con todo su significado, con seguridad sería un blanco preferente para el perverso acupuntor.

Como también lo sería el Castillo de la Luz, que siendo también BIC se ve amenazado con el referido astillero a 106 metros de distancia. Y por último, hace años, un destacado miembro de la antigua ATI de visita en nuestra ciudad, calificaba con asombro de lujo faraónico la avenida marítima. Sin duda una de las mayores virtudes es la apertura diáfana al mar sin interferencias visuales.

Nuestra asociación, Gran Canaria Quality Project, en fase de modificación de denominación social a Gran Canaria Renace ha puesto una alegación en contra de unos aspectos concretos de la ampliación del muelle deportivo porque promueve edificaciones que sobrepasan visualmente el nivel de la rasante de la avenida marítima hasta ahora respetada.

Aparte de edificios de dos y tres plantas, concretamente propone:

"Podrá superarse la altura máxima establecida:

- En instalaciones técnicas que así lo requieran, tales como edificios especiales, dispositivos de carga y descarga, o manipulación y/o reparación de embarcaciones, etc., en todas las sub-áreas.

- En aquellas sub-áreas adosadas a la avenida, por elementos de accesibilidad tales como cajas de escalera o ascensores manteniendo la transparencia en lo posible."