La comprensible alegría de Melisa Rodríguez, diputada de Ciudadanos por Santa Cruz de Tenerife en el Congreso, tras el triunfo de Inés Arrimadas en las elecciones autonómicas catalanas de la pasada semana no explica sus errores e inexactitudes. Según Rodríguez, la victoria de C's en Cataluña "es un hito" porque por primera vez "ha ganado un partido que no es nacionalista". Es preocupante que este despiste se convierta en lugar común porque, además, contiene cierta dosis de malevolencia. En 2003 ganó las elecciones en Cataluña el PSC liderado por Pascual Maragall, aunque CiU obtuvo más escaños. Maragall se convirtió en presidente de la Generalitat con votos de ERC y de Iniciativa por Cataluña-Los Verdes y gobernó hasta 2006. Y mal que le pese a C's, el PSC no era un partido nacionalista. Era y es un partido catalanista que aspira a la máxima cuota de autogobierno para Cataluña. Ciertamente el Partido de los Socialistas de Cataluña -una organización política y jurídicamente diferenciada del PSOE y fundada en los años setenta- ha terminado arrastrado hacia el nacionalismo al convertirse ERC en un auténtico competidor electoral sin cuyo concurso era imposible cualquier alternativa a la pujanza de CiU. Para demostrar a los nacionalistas de izquierdas y de derechas que su catalanismo socialdemócrata significaba más y mejor autogobierno -para desarmarlos argumentalmente- Maragall se sacó de la manga una reforma estatutaria que nadie reclamaba, y de esa malhadada reforma arranca parcialmente la deriva soberanista que ha cristalizado en las peligrosas marrullerías del procés y que ha terminado por reducir al PSC a las bromas, coreografías y ocurrencias transversales de Miquel Iceta.

Tampoco puede defenderse eso de que "Ciudadanos hizo su papel y los que fallaron fueron el PSC y el PP", tal y como repite la diputada Rodríguez. Básicamente porque C's devoró el 65% del voto del PP y el 30% del voto del PSC en el llamado (ya por pura melancolía) cinturón rojo de Barcelona. La victoria se basa en una perfecta vampirización de socialistas y conservadores, a los que parte de sus antiguos votantes no reconoció como opciones válidas para derrotar a los independentistas. C's está reconstruyendo sus expectativas y sus frustraciones. Es lo que suele ocurrir en estas circunstancias, pero se me antoja una lástima, porque en estas circunstancias, precisamente, crece y gana quien se expresa con sinceridad. Es lo que hizo Arrimadas -"hay que desarticular el independentismo con un programa autonomista abierto a la mayoría"- y por eso ganó las elecciones.

Melisa Rodríguez -como la mayoría de dirigentes de C's- no resiste la tentación de extrapolar los resultados catalanes a las generales o autonómicas. Quizás no se equivoquen del todo. A CC la fortaleza de C's, su poder de atracción con una retórica basada en la regeneración política y en un antinacionalismo, debería preocuparle bastante. Es otro competidor más en el espacio del centro derecha y menos proclive que el PP a pactar con el coalicionerismo. El PP y C's en el centroderecha y los centros urbanos, el PSOE, Podemos y sus aliados en el centroizquierda y en las periferias urbanas. Si CC tiene una pócima secreta que no se base en las cenizas del puro de José Miguel Barragán debería prepararla rápidamente.