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CRÓNICAS GALANTES

El desnudo pierde su papel

Casi en la misma semana, Playboy e Interviú acaban de anunciar un cierre que deja en pelota a los lectores -y voyeurs- de las revistas del desnudo. La publicación española había nacido apenas unos meses después de la muerte de Franco, lo que acaso confirme que estamos entrando en una segunda transición a la democracia. O quién sabe si hacia la castidad. Las dos eran -cada una a su modo- una curiosa mezcla de erotismo y artículos de interés, particularmente sólidos en la revista norteamericana. En Interviú tiraban más a la revelación de escándalos, de tal modo que uno podía encontrarse en un mismo número con las tetas de Marisol y alguna truculenta conspiración del Gobierno para llevarse los cuartos del contribuyente. Si a ello se añaden sucesos de la crónica más negra y piezas de autores tan relevantes como Cela, Umbral o Vázquez Montalbán, la fórmula tenía que ser por fuerza imbatible. Y lo fue durante décadas. Interviú alimentó la demanda de carne al aire largamente reprimida en España durante la dictadura. Eran los tiempos de lo que entonces se conocía por el entrañable y algo polvoriento término de "destape". El hambre atrasada del españolito hizo que en la Gran Vía de Madrid se formasen largas colas para ver Helga, el milagro de la vida, un documental de tipo más bien ginecológico en el que apenas se atisbaba durante breves segundos el cuerpo semidesnudo de una parturienta. Así estaba el patio. Tímidamente al principio y con desnudos de los que entonces se llamaban "integrales" a medida que avanzaba la transición a la democracia y el sexo, la revista fue quitándoles la ropa a casi todas las famosas del país. Su momento estelar de gloria y difusión llegó con el retrato in puribus de Marisol, la niña prodigio de la España sesentera. Muchos años antes, por cierto, de que Miley Cyrus pasara de las cintas infantiles de Disney a las provocaciones sobre el escenario, para pasmo de los yanquis más pudibundos. Tampoco Playboy sobrevivirá, según últimas noticias, a la muerte de su fundador, Hugh Hefner: aquel envidiado varón que vivía rodeado de conejitas y, probablemente gracias a ese agradable entorno, alcanzó los 91 años de vida. Las diferencias entre los dos magazines que ahora mueren juntos eran de orden cualitativo, que tampoco esto es Hollywood. Si Interviú desnudaba en portada al famoseo nacional, Playboy jugaba con la ventaja de tener al alcance de sus cámaras a Elle Macpherson, Naomi Campbell, Cindy Crawford, Lady Gaga o la desbordante Pamela Anderson. Célebre esta última por la leyenda según la cual podía ducharse sin que se le mojasen los pies, como en su día Jayne Mansfield. Todo ese pueblo de carne famosa desaparece ahora de los quioscos por escasez de ventas e ingresos. No es que haya bajado la demanda, naturalmente; o que el envejecimiento de la población menguase las apetencias del público por el género. Simplemente, internet y las nuevas formas de consumo de información (incluidos culos y pechos) han finiquitado este negocio analógico, como tantos otros que van cayendo víctimas de la economía digital. Con el porno a caño libre y gratuito al alcance del móvil, estos dos referentes del erotismo suave habían entrado en el dominio de la arqueología. La era de los bits ya no perdona ni a los símbolos de toda una época.

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