Querida Samanta Villar, no es la primera vez que te escribo. Hace más de un año también te dediqué un artículo, claro que por aquel entonces lo hacía inclinándome a tu favor. Tú afirmabas que después de ser madre habías perdido calidad de vida y eso hizo que las redes sociales se incendiaran en tu contra. Y ahí estuve yo, rompiendo una lanza por ti, argumentando que la maternidad es dura y que igual que hay madres que la disfrutan al máximo, hay otras que -aunque no lo verbalicen- sufren con ella. Incluso te felicité por tu valentía, por romper ese silencio impuesto por la sociedad que nos obliga a callar que la maternidad no debe ser el fin último de la mujer. Ahora has vuelto con nuevo libro bajo el brazo: Nadie avisa a una puta, y majaderos argumentos en la boca. Y ya te aviso de que esta vez no voy a estar de tu lado, lo siento pero has metido el dedo en la llaga, has hablado de algo de lo que, por lo que veo, no tienes ni idea. Según tú, la prostitución tiene un lado bueno, perdona que discrepe contigo, pero tengo la suerte de haber entrevistado a muchas mujeres víctimas de trata, víctimas de explotación sexual y mujeres que ejercen la prostitución por su cuenta, y te aseguro que ninguna de ellas, ninguna, le ha encontrado ese lado bueno. Debe ser que a las que piensan así las has entrevistado solo tú. Te aseguro que ninguna es feliz con lo que hace ni le gusta hacerlo. También has dicho que las condiciones de ejercer la prostitución no son tan duras. Perdona, ¿pero tener que chuparle el pene a alguien que no conoces no es duro? ¿Tener que beberte el orín de un cliente no es duro? ¿Que te metan el puño en la vagina no es duro? ¿Que te obliguen a mantener sexo anal sin vaselina no es duro? ¿Follar una y otra vez, durante más de quince horas al día, no es duro? ¿Estar con la regla y meterte un trozo de esponja en la vagina para que la absorba y poder seguir trabajando no es duro? Me vas a disculpar, bonita, pero no tienes ni idea de lo que pasan esas mujeres, aunque tú, muy progre, afirmes que te planteaste prostituirte, pero que como no querías tener que estar dando explicaciones porque el estigma de la prostitución es muy grande, no lo hiciste. ¡Mentira! No lo hiciste por cobarde, porque se te va la fuerza por la boca, y porque no te gustaría que cualquier hombre, borracho y apestando, te manoseara. Porque no quieres meterte debajo de un putero que disfruta denigrando a las mujeres y que se siente muy poderoso por comprarlas. Sí, porque eso es lo que hace un putero, comprar a ratos a una o a varias mujeres.

Sumado a la lista de despropósitos de los que hablas, haces mención a que las mujeres víctimas de trata son una minoría y que las que eligen libremente esta profesión son numerosas. ¡Mentira! España es uno de los países donde más trata encontramos por el vacío legal que hay alrededor de la prostitución. Y las mujeres que se prostituyen por gusto, pues desgraciadamente no las conozco. Pero te puedo hablar de muchas que -sin ser víctimas de trata- tienen que prostituirse porque no tienen otra elección. ¿Los motivos? Mujeres sin estudios, extranjeras, drogodependientes, con cargas familiares, criadas en hogares desestructurados, criadas en centros de menores, víctimas de abusos sexuales en su infancia, y así un sinfín de motivos más. No saben ganarse la vida de otra manera, pero no les gusta la forma en la que se ganan la vida. Otra de las lindezas que has soltado es que en la prostitución se gana mucho dinero. ¡Mentira! Las mujeres víctimas de trata no ven un duro de su tratante, tienen que usar miles de ingeniosas ideas para guardarse algo para ellas, a veces escondiéndolo hasta en el interior del tacón del zapato. Te explico: le quitan la tapilla al tacón, enrollan el billete, lo introducen y vuelven a poner la tapilla. ¿Ingenioso, verdad? Es lo que tiene la supervivencia, agudiza el ingenio. Y las que se prostituyen libremente tampoco se hacen millonarias, te lo aseguro. Lo que sí sé es que tienes una autoestima a prueba de bombas, ya que, según tu teoría, podrías prostituirte por tres mil euros. No sé en qué clases de clubes o calles te has documentado, pero ya te digo que lo que cuentas dista mucho de la realidad. Estas mujeres sufren, Samanta. Se merecen un respeto y con tus indoctos argumentos les estás faltando al respeto. Samanta, que la prostitución libre y voluntaria no existe, porque detrás de esa elección "libre y voluntaria" hay necesidades y las decisiones tomadas por necesidad nos son elecciones libres. Intuyo que te encanta generar polémica, estar en el candelero, dar de qué hablar, es lícito. Pero no a costa de la desgracia ajena. Y para concluir, Samanta, dudo mucho que "las nuevas generaciones de prostitutas vivan el oficio con mayor libertad" -como tú argumentas- porque, si es así, no habremos avanzado nada en la sociedad.