La Provincia - Diario de Las Palmas

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El mejor año de nuestras vidas

El año que acabamos de despedir ha sido el mejor de la historia. Es probable que sorprenda esta información tan categórica, y es lógico. La sensación que dejan las noticias es que vivimos en un mundo caótico, injusto y peligroso. Los telediarios abren con crímenes, inundaciones, ahogamientos, desplazados y refugiados. Todo lo que dicen es cierto. Ésas son las noticias que venden. El mundo parece más desquiciado que nunca; con regidores como Putin, Trump o Kim, nos acostamos todos los días con la amenaza de una guerra nuclear. El cambio climático parece cada vez más inevitable y sus consecuencias sobre la calidad de vida de los seres humanos pueden ser catastróficas ¿Cómo puedo, entonces, decir que 2017 ha sido el mejor año de la historia?

Efectivamente, esa afirmación no concuerda con la impresión de que nunca ha habido tantos desastres naturales: los hemos visto en directo en el televisor. Sin embargo, 2017 finalizó con el número menor de muertos por sequías, inundaciones, epidemias, temperaturas extremas, corrimientos de tierra, incendios, terremotos, volcanes: menos de 10.000. Compare con 1931, que fueron casi 4 millones, o los 330.000 de 2010. Y eso que la población mundial no ha dejado de crecer y ocupar tierras cada vez menos estables.

En el campo de la salud las noticias son también muy positivas. Entre 1990 y 2016, la tasa de mortalidad de niños menores de 5 años descendió un 56%, de 93 muertes a 41 muertes por cada 1.000 nacidos vivos. Un descenso que se ha acelerado en los años que llevamos de este siglo. Diarrea, infecciones respiratorias y enfermedades exantemáticas han descendido espectacularmente. Tiene que ver con la vacunación, el acceso a tratamiento y las mejoras en la calidad de vida: agua limpia, mejor alimentación, mejor vivienda. El éxito ha sido menor con la malaria y respecto a VIH-sida, aunque ha mejorado algo, las cosas no van tan bien.

En el año 2000 la OMS dedicó su informe anual a evaluar el impacto de los sistemas sanitarios en la salud. Diseñó un método interesante, alabado y criticado. En ese trabajo afirman que antes del desarrollo de los sistemas sanitarios, la principal influencia en la salud era la educación. Es, sin duda, fundamental en el desarrollo y el bienestar.

En la década de 1960 la mayoría de la población mundial era analfabeta. Hoy sólo el 15% lo es. Paralelo a más cultura va más riqueza: menos del 10% vive hoy en pobreza extrema. Se espera que en 2030 ambas lacras habrán desaparecido. Es un logro espectacular. Miseria e inseguridad han acompañado al ser humano desde su nacimiento como especie. Y el acceso a la lectura y escritura se redujo durante siglos a un pequeño porcentaje. No hay duda de que vivimos el mejor momento de la humanidad. Internet es una maravillosa plataforma para aprender. Quién hubiera imaginado una enciclopedia libre. Quién el acceso a todo tipo de cursos y conferencias gratuitas. En lo más profundo de África, donde las compañías telefónicas se han cuidado de facilitar las comunicaciones, uno puede educarse sin más coste que el de la transmisión de datos.

Los recuerdos son selectivos. Es frecuente añorar los años de juventud y no es raro pensar que las nuevas generaciones son menos responsables, trabajadoras e incluso, honradas. Pero, ¿cómo era la vida en España en la década de 1950 y 1960? No sólo porque estuviéramos bajo una dictadura. La tuberculosis y la polio hacían estragos. Hoy la primera está bastante controlada y la segunda ya no existe. Hasta pasados unos años de la muerte de Franco, las mujeres casadas apenas tenían derechos: se consideraban menores de edad. Y no digamos cómo se trataba a los homosexuales, considerados delincuentes. Los derechos humanos son cada vez más amplios y efectivos.

Incluso la contaminación del aire ha mejorado. Las emisiones de compuestos azufrados alcanzaron un máximo en 1980 y desde entonces no han dejado de descender. En cuanto a las partículas, en concreto las más dañinas, las menores de 2,5 micras en la mayoría de los países han disminuido. Sin embargo, en Asia y África ambas contaminaciones se han incrementado. Y mientras en el mundo las muertes por contaminación interior, debido a la quema de combustibles sólidos, se recortó en un millón desde 1990, la de contaminación exterior aumentó en un millón. Bien es verdad que parte de ello se debe al incremento de la población y a su envejecimiento. Cuando se ajusta con tasas estandarizadas, las muertes por partículas disminuyeron levemente y casi se dividió por dos las de contaminación interior.

Espero haber justificado mi afirmación. Pero aún hay más: las muertes por guerras y conflictos alcanzaron el último pico en 1990 con unas 150.000, desde entonces no ha dejado de descender, hasta sólo 16.000 en 2007, último año del que se tienen datos. Cada año es un poco mejor, y lo podría ser más.

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