Pocos enclaves de Las Palmas de Gran Canaria como la Terraza de La Minilla permiten, desde su cota más alta, contemplar simultáneamente el mar, las estrellas y la curvatura del horizonte. Sólo por ello este lugar merecería más cuidado y promoción para que la ciudadanía haga uso y disfrute del mismo. Pero es que éste es un espacio que tiene además otros valores naturales y culturales y que, pese a estar en el corazón de la ciudad más poblada del Archipiélago, sigue sin ser objeto de la atención municipal que merece.

El área al que nos referimos, que el Grupo de Jardines y Paisaje de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria estima como uno de los vacíos urbanos más emblemáticos de la ciudad, es de propiedad municipal. Parte de lo que los científicos conocen como Terraza de Las Palmas, la Terraza de la Minilla es el último reducto del arenal de Guanarteme, que se extendía hasta las faldas de La Isleta y cuyas dunas persisten en la memoria de generaciones vivas. El área está preservada de la edificación por ser uno de los últimos hábitats en el Archipiélago de la Pimelia granulicollis, conocida popularmente como escarabajo bombón, incluida en el Catálogo de Especies Amenazadas de Canarias.

Los valores geológicos y paleontológicos de la Terraza de La Minilla son también extraordinarios. Sus estratos visibles hacia el Paseo de Chil son índices de distintos niveles alcanzados por el mar durante los últimos veinte millones de años. En sus depósitos sedimentarios hay fósiles de gran importancia, como los de la Rothpletzia rudista, un molusco marino endémico del Archipiélago de gran significación para quienes estudian los seres vivos de eras planetarias anteriores.

Fósiles extraídos de esta zona se encuentran hoy en el Museo de Historia Natural de Londres, pues la Terraza de Las Palmas, y en ella la Terraza de La Minilla, fue ya desde el siglo XIX punto de referencia mundial para los científicos. Charles Lyell, el padre de la geología moderna, estudió la Terraza de Las Palmas y le dedicó un capítulo en uno de sus libros, y el naturalista Pedro Maffiotte, miembro fundador de El Museo Canario y colaborador de Lyell, descubrió justamente en la Terraza de La Minilla la Rothpletzia rudista, llamada en origen Maf?ottea canariensis. Es por ello que, en homenaje suyo, proponemos que esta área se llame Parque Pedro Maffiotte.

Por lo demás, la Terraza de La Minilla tiene también una gran significación en la historia militar local. Se sabe que en el siglo XVII, después del ataque a la isla de la flota holandesa de Pieter van der Does, se construyó aquí una batería, aunque no se han encontrado vestigios de la misma. De lo que sí hay restos materiales es de la llamada Batería de Guanarteme, edificada al término de la Guerra de Cuba por temor a una invasión norteamericana del Archipiélago, y, especialmente, del búnker construido durante la II Guerra Mundial, que, como otras tantas fortificaciones de entonces, se hizo en previsión de una tentativa británica de invasión de Gran Canaria.

Por todos los valores expuestos, y además por sus posibilidades de conexión con el Parque del Estadio Insular, en una ciudad como Las Palmas de Gran Canaria en la que no abunda el espacio público de calidad, creemos que el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria no debe aplazar más el cuidado y la promoción de la zona. Nos consta que el Área de Urbanismo ha realizado estudios al respecto, pero de momento se han quedado en eso. Somos conscientes de que los procesos de toma de decisiones de la administración llevan su tiempo, pero confiamos en que, al menos, en lo que se desatasca esta iniciativa, se proceda a la retirada de escombros y se limpie este valioso lugar. Uno de los más valiosos que existen en Las Palmas de Gran Canaria.

Tomás Van de Walle. Director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria.