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entre líneas

La libertad de importunar

Nosotras defendemos la libertad de importunar, indispensable para la libertad sexual", así arranca un manifiesto publicado por Le Monde y firmado por más de 100 mujeres: actrices, cantantes, escritoras, editoras, artistas... Catherine Deneuve, Ingrid Craven, Gloria Friedmann o Catherine Millet son sólo algunos de los nombres que respaldan un texto incendiario para las feministas.

La violación es un crimen -continúa el manifiesto-; pero el ligoteo insistente o torpe no es un delito, ni el piropo una agresión machista. A raíz del caso Weinstein, ha habido una toma de conciencia legítima sobre la violencia sexual contra las mujeres, particularmente en el lugar de trabajo, donde algunos hombres abusan de su poder. Era necesaria.

Pero a esta libertad de palabra se le ha dado hoy la vuelta. "Es algo propio del puritanismo utilizar los argumentos de protección y emancipación de la mujer para atarnos mejor a un estatus de víctimas eternas, bajo la influencia de demoniacos falócratas. Todo en nombre de un supuesto interés general, como en los buenos viejos tiempos de la brujería. De hecho, el 'me too' o 'denuncia a tu cerdo' ha desencadenado, en la prensa y en las redes sociales, una campaña de acusaciones públicas a individuos, a quienes, sin tener la oportunidad de contestar o de defenderse, se les ha puesto al mismo nivel que los delincuentes sexuales". Esta justicia sumaria ya tiene sus víctimas: hombres castigados en el ejercicio de su profesión, obligados a renunciar a sus empleos, etcétera. Cuando sus únicos fallos han sido tocar una rodilla (un ministro inglés renunció a su cargo por la denuncia de una periodista a la que hace cinco años le tocó dos veces la rodilla), intentar robar un beso, hablar de cosas "íntimas" en una cena de trabajo, o enviar mensajes con connotaciones sexuales a mujeres para las que la atracción no era mutua.

"Como mujeres, no nos reconocemos en este feminismo que, más allá de la denuncia de los abusos de poder, toma el rostro del odio a los hombres y a la sexualidad. Creemos que la libertad de decir no a una propuesta sexual no excluye la libertad de molestar. Y consideramos que debemos saber cómo responder a esta libertad para molestar a los demás, más allá de refugiarnos en el papel de víctimas". Para estas artistas y las intelectuales francesas, casos como el de la censura a la obra de Egon Schiele (un desnudo de mujer en el metro) o la cancelación de una exposición de Balthus entre acusaciones de pedofilia son parte de una "ola purificadora sin límites", termina este manifiesto.

A Deneuve apenas tardaron 24 horas en responderle en su propio país. Laurence Rossignol, exministra para los Derechos de las Mujeres, consideró el documento firmado por la actriz "una bofetada a todas las mujeres que denuncian la realidad sobre la depredación sexual". Se les dice que "esto es un gesto de insolidaridad con otras mujeres". Y se replica que no les debe nada, por ser mujer no está obligada a presentar solidaridad con la ideología feminista. Esto no es un sindicato sectorial obligatorio en el que, por pertenecer a un sector, tengas que hacer caso de lo que dicen unas jefas a las que nadie ha dado autoridad para erigirse en voz de todas las mujeres. Lo de Hollywood, todas vestidas de negro, es puro postureo. ¿Dónde estaban esas divinas cuando desde hace mucho se sabía que determinados hombres del cine eran unos acosadores? Se apuntan tarde y mal a la denuncia.

Por último, militantes feministas francesas han replicado y acusado a ese colectivo de "despreciar" a las víctimas de violencia sexual. Cada vez que se avanza hacia la igualdad, aunque sea medio milímetro, hay almas buenas que nos advierten inmediatamente de que podríamos caer "en el exceso".

Es difícil inclinarse sobre este dilema, es tema complejo y sujeto a límites en relación con la evolución de las costumbres. Supuestos que abarcan desde la violación, del abuso, al piropo. Diría, como conclusión, que si es delictivo cuando se produce en una relación de superioridad sea laboral u otra, es agresivo no delictivo cuando molesta a la mujer, y es normal cuando supone un cortejo más o menos insistente de igual a igual.

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