La acelerada renuncia del socialdemócrata Martin Schulz a su ambición de ser el próximo ministro de Exteriores alemán da la medida exacta de la debilidad del acuerdo que selló en la madrugada del miércoles con la canciller Merkel. Un pacto laborioso hasta el desmayo, que, al final, fue muñido en una burbuja donde flotaban materiales espurios como la férrea voluntad de supervivencia de Merkel y la necesidad socialdemócrata de al-zarse con un botín que justi- ficase la traición a su princi- pal promesa de campaña: la ruptura de la gran coalición sellada con la líder democristiana en 2013.
La burbuja estaba, sin embargo, tan desconectada de sus fuentes nutricias que alumbró un ratón mutante rechazado por todas sus madres y bastardeado por la prensa como el primer gabinete socialdemócrata de Merkel. Por un lado, la columna vertebral democristiana no se reconoce en la entrega de Finanzas y Trabajo a los socialdemócratas. La ve como el final del crecimiento austero y el inicio de una redistribución que le apesta a derroche. Merkel tendrá que oír severos ataques en el inminente congreso de la CDU, aunque no es probable que su partido le tumbe el pacto.
Lo malo es que la otra parte tampoco baila. Muchos socialdemócratas, en mínimos históricos de apoyo, no per-donan a Schulz haber roto su palabra y las canonjías alzadas no les llevan a olvidar que la canciller seguirá llevando las riendas y calzando las espuelas. De modo que la posibilidad de que las bases tumben el pacto no es ni de lejos improbable. Razón por la que Schulz ha decidido, primero, renunciar a la dirección del partido y, acto seguido, a una dirección de la diplomacia alemana que se avizora clave en los intentos de reforma de la UE.
La alegría, pues, se limita al líder de la ultraconservadora CSU bávara, azote de inmigrantes, que se ha hecho con el látigo de Interior y, sí, Patria. Y, aún más importante, a la xenófoba y filonazi Alternativa por Alemania, que en su primera entrada en el Bundestag conseguirá, si las bases del SPD refrendasen el pacto con la canciller Angela Merkel, ser el grupo que encabece la oposición, con los privilegios que eso conlleva en Alemania.
