Quiero contestar a un artículo publicado en este periódico el día 25 de febrero del año actual por D. Francisco García. Razones de salud me han impedido hacerlo antes. El autor se vale de D. Ángel Viñas para "demostrar" que Franco mandó asesinar a dicho General, y otros dicen que se suicidó. Ni lo uno ni lo otro. Mal está que cuando alguien escribe de historia se valga de un solo autor y peor aún en temas tan controvertidos y recientes como el de la Guerra Civil en donde predomina sobre el rigor histórico la ideología.

Pero, ¿quién es Viñas? Un economista aficionado a la historia. De esos hay muchos, pero no es historiador, es un polemista y un sectario que, entre los historiadores medianamente serios, incluso de los de su cuerda ideológica y política, no tiene crédito alguno. Es decir, que todo aquel que discrepe de sus interpretaciones o es un farsante, o es un corrupto, o es un fascista/franquista, o un loco. Prueba de ello, si es que hacía falta, es la acusación a Stanley G. Payne y a otros, eminente hispanista norteamericano, por su biografía de Franco, de "patochada y de pornografía histórica"

El Sr. D. Pedro Carlos González Cuevas, que si lo es, además, si mal no recuerdo, sociólogo, en un extenso artículo publicado en la revista de Historia y actualidad militar ARES, Ángel Viñas La Erudición al servicio del mito, lo pone a caldo con argumentos irrebatibles. Por su extensión es imposible de reproducir ahora, pero entre otras cosas dice de Viñas que, "es un ignorante en ciencia política e historia de las ideas." ¡Menudo varapalo profesional! ¡Qué vergüenza!

Sus numerosas obras son reiterativas, dándole vueltas a las mismas cosas ya expuestas con nuevos "descubrimientos" que él solo conoce. Tiene una corte aquí de aduladores y pelotas de izquierda que le siguen porque leen lo que quieren leer y escuchar sin meterse en mayores profundidades historiográficas.

El odio a Franco prima de forma manifiesta y obsesiva en todas sus publicaciones sobre la contienda, lo que no le impidió trabajar para el Régimen franquista en diferentes cargos muy bien remunerados. Su interés no es el rigor histórico, que debe primar sobre cualquier otra cosa, sólo es el vender sus panfletos y salir corriendo para Bruselas.

Consideró a Negrín un político de la altura de De Gaulle y de Churchill, aunque luego rectificó y dijo que había sido una "exageración".

En el tema de D. Amado Balmes, cuando un periodista de izquierda le interrogó por las dificultades a la hora de demostrar que Franco asesinó al general Balmes, se irritó y dijo, "es un asesinato con premeditación y alevosía. Y punto." Vuelve a reflotar la soberbia de Viñas y cómo no, el "porque lo digo yo."

Es tal el cúmulo de inexactitudes que incluso se publica en este periódico una entrevista, no sé si aquí o en Valencia que raya en el ridículo más espantoso sin ponerse carmesí. Ya escribí en su día sobre lo que hoy se vuelve a repetir.

Ha intentado Viñas meterse en la Fundación Nacional Francisco Franco para "colaborar" con la misma. Si tiene, como él dice que descubrió, diez mil archivos, ¿a qué viene ahora esa desinteresada colaboración con quienes lo han descalificado y rebatido sus dislates históricos?

Pero, ¿quien era Balmes? Un general de Brigada que estaba de gobernador militar de esta provincia cuando se sublevó Franco.

D. Moisés Domínguez Núñez, historiador y Graduado Social, ha escrito una obra totalmente esclarecedora y muy minuciosa sobre la muerte de Balmes paso a paso y hora a hora. Se llama En busca del General Balmes. Primer muerto en la Guerra Civil con motivo de la preparación del Alzamiento. Refuta todo lo dicho y escrito por el Sr. Viñas, con nombres, fechas y actores intervinientes en aquel accidente del General, pues no fue otra cosa.

El chofer, que presenció el accidente, lo metió en el coche y lo llevó a la Casa de Socorro del Puerto, Manuel Escudero Díez, después de acabar la guerra, llegó a teniente de la Escala Auxiliar de tropas y servicios. Murió en Madrid el 27 de septiembre de 1965 a la edad de 51 años, sin descendencia.

Este señor fue el principal testigo de la muerte de Balmes según el juez militar instructor nombrado para el caso, comandante Pinto de la Rosa quien a su vez nombró a D. Cristóbal García Uzuriaga, capitán juez permanente, como Secretario.

Hubo muchos más testigos sobre el tema de las pistolas y la imprudencia del General al encasquillársele la cuarta y última que probaba. No fue ni un asesinato ni un suicidio: los militares y la mayoría de los civiles que se han suicidado con pistola, se pegan un tiro en la cabeza o en la boca, pero jamás en la barriga, de dudoso efecto letal.

En su traslado al Hospital Militar desde la Casa de Socorro se quejaba al capitán médico que le acompañaba en la ambulancia, D. José Sánchez Galindo, de los dolores que sufría. Contaba el comandante Rua Figueroa que en momentos de lucidez se quejaba de "¡Esas malditas pistolas o maldita pistola!" y "¡qué fatalidad! ¡Ay, mi hija! ¡Que no se entere Julia! Repetido varias veces ante diferentes testigos.

Finalmente, "rogó que enterasen a la familia y autoridades militares y civiles." No acusó a nadie y sí se quejó de su manía de la forma de intentar desencasquillar la pistola.

En la Casa de Socorro del puerto fue atendido por varios médicos, D. Emilio Ley Gracia, D. Bernardino Valle Benítez, que llegó corriendo desde su próxima casa, Guerrero y el practicante Leandro Velasco. La autopsia fue realizada por varios médicos militares y civiles y remitida al Juzgado de Primera Instancia de Triana el 17 de Julio de 1936. Los médicos forenses que intervinieron fueron D. Arturo García Domínguez y D. Rafael Ramírez Suárez y los capitanes D. Fernando López Tomasetty y D. José Sánchez Galindo.

Describen minuciosamente los detalles de la herida y de la inspección en profundidad efectuada. Sí dicen que "la distancia a la que tuvo que producirse el disparo fue corta o a quemarropa, dado el tatuaje de la piel del orificio de entrada y el boquete con señales de quemadura de la guerrera que vestía el autopsiado. Parece probable un disparo ocurrido al mismo sujeto, dada la pequeña distancia de quemarropa a que fue efectuado." La recepción de dicha autopsia la firman el Sr. Juez Instructor D. José Mendoza y el Secretario D. Domingo Doreste y la adjuntan a la Causa o Instrucción.

La mujer de Balmes a la que en un principio se le negó la pensión extraordinaria de muerto en combate o acto de guerra, se le pagó solo la pensión normal de viudedad, pero al reclamar nuevamente se rectificó como ella pedía, y en el año 1941 se le abonó lo reclamado más todos los atrasos desde el 36. Pero la pregunta es por qué quería Franco, según Viñas, matar a Balmes. No le hacía sombra en nada y además estaba totalmente de acuerdo en la sublevación. Eran íntimos amigos desde la época africanista de ambos en la Legión. Además, cuando Franco fue llamado por la República al Estado Mayor Central para acabar con la revolución de Asturias del 34, al primero que llamó fue a Balmes. Su propia esposa y su hija, que aún vive, afirmaron rotundamente que estaba de acuerdo con la sublevación, así como otros militares próximos a ambos.

Ricardo de la Cierva aporta el mismo testimonio de testigos indirectos (Arrarás y Fernández Cordón), como directos (doctor Guerrero, médico de cabecera del General Balmes y los médicos militares que le atendieron antes de morir, capitanes López Tomassety y Sánchez Galindo.

Continuará el Sr. Viñas con la desinformación de la historia reciente, cosa que por lo visto le deja buenos réditos. El rigor histórico le importa un carajo.