Las portavoces de los grupos parlamentarios del PSC-PSOE y de Podemos han pedido amparo a la Mesa del Parlamento por lo que consideran un tratamiento misógino por parte del presidente del Gobierno autónomo. Muchos han hecho chistes o lanzado sarcasmos por este incidente; servidor, en cambio, creo que tiene cierta gravedad, pero no por lo que sostienen Dolores Corujo y Noemí Santana. Creo que he visto, escuchado o leído la mayoría de las intervenciones parlamentarias de Fernando Clavijo y solo encuentro un comportamiento que puede ser considerado un gesto (verbal) micromachista: aquella ocasión, todavía reciente el comienzo de la legislatura, en la que el presidente se dirigió a Santana llamándola "señorita Noemí". Se me antojó francamente desagradable e impertinente e intuyo que al mismo presidente no le gustó demasiado: se llevó bastantes palos en las redes sociales. Pero por lo demás, y como orador parlamentario, Clavijo no es característicamente hiriente, ni entre hombres ni entre mujeres. Incluso cuando los presidentes han sido previamente buenos diputados terminan ligeramente hastiados de las demandas y exigencias de la Cámara por dos motivos que se entrecruzan: tienen poquísimo tiempo bajo la presión de la gestión y tienden, invariablemente, a alguna versión de la divinidad. La mayor parte de las veces, por tanto, el presidente Clavijo parece más estar leyendo un informe de gestión -a veces interesante y otras atrozmente plúmbeo- que avanzando en el desarrollo de un debate político, no digamos ya ideológico.

Las portavoces insisten en que Clavijo suele responder a sus argumentos indicando que desconocen de lo que hablan o que son incapaces de entender documentos, discursos, cifras. Pero eso es un must en la praxis parlamentaria universal: replicar al adversario político que está desinformado, que no entiende nada, que desconoce los antecedentes de un asunto es uno de los recursos retóricos más trillados desde Cicerón a Mariano Rajoy. Incluso el muy moderado presidente actual los ha empleado -lo recuerdo yo y cualquier ciudadano que haya seguido algunos de nuestros letales plenos parlamentarios- con Asier Antona o Román Rodríguez. Y eso es lo que me parece grave en esta supuesta denuncia: el machismo de la sociedad canaria es algo demasiado serio como para ceder a la tentación de banalizarlo en el circo parlamentario con el objetivo de obtener un titular, un post o un tuit. Y lo más asombroso de todo -y al mismo tiempo lo que evidencia la intencionalidad propagandística de sus señorías- es que dos diputadas pidan "amparo" a la presidenta del Parlamento. No necesitan ustedes ningún amparo benemérito y protector. Si realmente se sienten agredidas por atrabiliarios machismos presidenciales suban a la tribuna y espétenlo al jefe del Ejecutivo y convenzan a sus respectivos grupos parlamentarios de hacer lo mismo. Por supuesto que ni a Corujo ni a Santana se les ocurre tal cosa, porque no hay motivo razonable para hacerlo. Piden tanto como que Carolina Darias las ampare del debate político: una solicitud un poco rara, sinceramente, por parte de dos diputadas.