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INVENTARIO DE PERPLEJIDADES

El último de los soviéticos

Una película hispanocubana ( Sergio and Serguei), que está a punto de ser estrenada en el circuito comercial, revive en la memoria la odisea de Serguei Krikaliov, el astronauta ruso que algunos llaman "el último ciudadano soviético" porque inició su sexto viaje espacial el 18 de mayo de 1991 cuando aún existía la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y regresó a la Tierra el 25 de marzo de 1992 cuando aquella se había convertido en la Federación Rusa tras una vertiginosa sucesión de hechos extraordinarios.

El ingeniero Krikaliov, que era entonces un veterano de la aventura espacial, permaneció 311 días en órbita en la estación Mir y durante ellos, aparte de realizar los trabajos ya programados, aún tuvo tiempo para conectar con radioaficionados y recibir de estos una versión distinta de la oficial sobre lo que acontecía en su país. Y debieron de ser aquellos unos días de incertidumbre extrema, incluso para un hombre con nervios de acero y entrenado para superar contingencias peligrosas, ya que estuvo olvidado por buena parte de la cadena de mando en tierra y el lugar previsto para su aterrizaje había cambiado de manos al independizarse la República de Kazajistán.

No debe de ser plato de gusto permanecer encerrado en una angosta nave espacial a miles de kilómetros de casa mientras los encargados de colaborar en tu regreso están entretenidos en salvar el pellejo y los muebles antes que cualquier otra cosa. Pese a todo, superó la prueba y pudo regresar. Sin abandonar por ello sus actividades porque gracias a su prestigio profesional fue reclutado inmediatamente por las autoridades espaciales norteamericanas, para las que trabajó durante un tiempo. Hasta que la caótica (y alcohólica) gobernación de Yeltsin dio paso a la etapa más estable de Putin y pudo regresar.

Por este y por otros servicios, Kriliakov fue condecorado, tanto en la etapa soviética como en la actual, con los más altos reconocimientos y se da la circunstancia curiosa de que la NASA también lo distinguió con su medalla más preciada.

A los que fuimos lectores juveniles de la novela De la Tierra a la Luna, todo lo que entonces se relacionaba con la llamada "carrera espacial" nos interesa especialmente. Primero admiramos aquel potente ejercicio de imaginación de Julio Verne que permitía lanzar hacia el satélite un artefacto habitable desde un cañón de enormes dimensiones radicado en la península de Florida (donde luego se instaló la NASA). Después, ya en la realidad, nos asombramos con el vuelo del cosmonauta ruso Yuri Gagarin, el primer hombre en viajar al espacio exterior. Más tarde, pudimos ver en el televisor de un bar la retransmisión de la llegada a la luna de un terceto de cosmonautas norteamericanos (Armstrong, Collins, Aldrin), episodio sobre cuya veracidad se especuló bastante por los eternos desconfiados. (Llegó a decirse que a Stanley Kubrik le había encargado la NASA una película sobre el acontecimiento por si fallaba la expedición o se hacía imposible su retransmisión). Y por último supimos que el músico cubano Silvio Rodríguez le había dedicado a Kriliakov la letra de una canción en una de cuyas estrofas se dice: "¿Qué puede haber pasado a mi señal? ¿Será que me he quedado sin hogar?"

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