La Provincia - Diario de Las Palmas

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Sorpresas

Me comentaba mi tradicional adversario dialéctico R. F. que no le gustaban "las sorpresas". Con lo cual me lo puso a huevo para replicarle que la vida misma es una sorpresa, y que lo esencial de la misma es una continua ristra de situaciones sorprendentes.

En el humor, la sorpresa es consustancial. Cuando le preguntan a Woody Allen qué es lo más bonito que le han dicho en su vida, éste contesta: "¡Es benigno!"

En literatura nos sorprende James Joyce en su Ulises, desarrollando por escrito el monólogo interior de su protagonista, con una fuerza expresiva asombrosa e inesperada.

En hazañas bélicas es evidente el elemento de sorpresa, baste citar la argucia de un caballo de Troya, o la invasión amagada de Calais, para ocultar el desembarco en Normandía.

Incluso en gastronomía se dan iniciativas insólitas que nos descolocan: cuando el chef Louis Diat, emulando a la añorada porrusalda de su madre, elabora en un banquete en el Ritz-Carlton de Nueva York una sopa de patatas y puerros, a sus ayudantes se les olvida calentarla y se sirve fría, con un inesperado éxito de tan feliz circunstancia, que eleva a la Vichyssoise a los altares de la gastronomía.

Unos experimentos con helados recubiertos de merengue, que actúa de perfecto aislante, alumbran una admirable simbiosis de frío y calor en el soufflé Alaska, donde el exterior queda gratinado, y el helado interior se mantiene frío. Con razón el desconcertante postre es bautizado también como "Omelette sorpresa".

Tampoco hace falta insistir sobre el elemento sorpresa en la arquitectura. Como bien lo expresa el famoso creador Daniel Libeskind: "La arquitectura no está basada en el hormigón y el acero, y los elementos de la tierra. Está basada en el asombro". Prueba de ello es la expresión coloquial anglosajona del "Estilo Jesucristo", alusiva a la expresión de asombro y desconcierto de los que por primera vez contemplan, pongamos por caso las pirámides, al exclamar: "¡¡Jeeesus Christ!!"

En el campo de la ciencia, también lo inesperado suele abrir insospechados horizontes.

Por citar un solo ejemplo, Alexander Fleming, trabajando con unas bacterias tóxicas, los estafilococos dorados, descubrió casualmente cómo éstas eran atacadas y neutralizadas por un hongo común, el Penicilinium Notatum, lo que posteriormente culminó en el desarrollo del remedio medicinal por excelencia, la penicilina.

Como puedes ver, querido R. F., si es que la vida misma es sinónimo de sorpresa. Te gusten o no, te las vas a encontrar como elemento recurrente a lo largo de toda tu existencia.

Y cuando te enfrentes al término de tu vida sin duda se te brindará la sorpresa terminal y definitiva de tu existencia.

¿O no...?

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