Cualquier mujer nacida en los 50 o 60 lo podría haber escrito. Hoy lo escribimos todas.

Sus labores? Me pregunté la primera vez que vi el DNI de mi madre (antiguamente ponía la profesión). ¿Y eso qué es? Ella me lo explicó.

Tu padre trabaja y yo no. Él trae dinero a casa y, con ese dinero, yo consigo que no les falte comida, que encuentren la casa limpia, que tengan libros y material para el colegio, que los pueda llevar de paseo y de vacaciones, que tengan ropa limpia (nueva y/o heredada), los ayudo con los deberes, organizo las tareas que deben hacer, me preocupo de que adquieran buenas y saludables costumbres: hay que bañarse todos los días, lavarse los dientes. Les tengo preparada la merienda cuando regresan del colegio, plátano escachado con naranja y galletas o la yema de huevo con gofio y azúcar. Los cuido cuando están enfermos, los llevo al médico...

Y así estuvo durante un buen rato, detallándome lo que era su profesión, "sus labores". Una profesión no remunerada. Una profesión al servicio de los demás y, dado el futuro que hemos tenido sus hijas, una profesión bien realizada.

Mi madre era administradora, gestora, organizadora y mediadora entre los conflictos que surgían. Y como la mía, todas las madres de aquella época, que dejaban sus estudios para casarse y cuidar del marido y los hijos. Pero, desde mi punto de vista, hay algo que marcó a la generación de mi madre: animaron a sus hijas a estudiar, a ser independientes, a tener una profesión, más allá de "sus labores".

Ellas nos abrieron la puerta de casa y nos mostraron el exterior. Criaron y educaron a mujeres que entraron en el mercado laboral, desafiaron al machismo, no pidieron permiso, simplemente aterrizaron en la administración pública, en las empresas, universidades, investigación, en la justicia, sanidad?

Se ha conseguido mucho, de forma paulatina, pero los acontecimientos que ha vivido nuestro país en los últimos años nos demuestran que no son suficientes.

El 15M, la indignación por la corrupción, la célebre frase de Mariano Rajoy sobre la brecha salarial "ahora no toca", el 8 de marzo de 2018, o la interpretación realizada en la sentencia del caso de La Manada nos demuestran que aún falta mucho y que nunca avanzaremos hacia la igualdad efectiva si no estamos dentro.

El número de mujeres juezas y fiscales se ha incrementado muchísimo, pero tenemos que dar otro paso, es importante que existan mujeres que hagan cumplir la ley, pero más importante es que existan mujeres que hagan las leyes.

Y esto sólo lo conseguiremos estando dentro, participando en política, no como relleno en las listas electorales o haciendo cumplir las cuotas de hombres y mujeres que marca la ley, sino haciendo ver nuestro valor, nuestra capacidad para estar en lo más alto, nuestra herencia de la profesión de nuestras madres: administradoras, gestoras, organizadoras, mediadoras que, junto a nuestra cualificación profesional, nos acreditan para dirigir ayuntamientos, cabildos, gobiernos regionales y nacionales.

Somos mujeres, muchas somos madres y sacamos adelante a nuestra familias, la base de la economía de un país. Tenemos que creernos de una vez por todas que estamos preparadas para dirigir, porque mientras no nos impliquemos, mientras sigamos permitiendo que el punto de vista de la mujer no quede reflejado en las leyes que nos gobiernan, poco podremos avanzar.

Me han preguntado, en alguna ocasión, cuál es el referente político femenino que tengo. Mi respuesta sólo puede ser una: mi madre y todas las madres que han hecho buena política en la base de un país, la familia.

Las mujeres hemos dicho no al trato discriminatorio, hemos dicho no al maltrato, a la violencia de género, al abuso sexual, hemos dicho no a la brecha salarial. Y lo hemos dicho con fuerza, saliendo a la calle, uniéndonos, salvando las diferencias ideológicas, rompiendo el techo de cristal, despegándonos de ese suelo pegajoso que nos mantenía en un segundo plano, saltando esos barrancos que nos hacen atravesar.

Ha llegado nuestro momento, estamos preparadas para competir en igualdad de condiciones, para decirles a los hombres que no venimos a arrollar, venimos a colaborar codo con codo para que esto funcione. Sí, porque yo no quiero ser igual que un hombre, estoy muy contenta y orgullosa de ser mujer, pero sí quiero tener las mismas oportunidades y los mismos derechos y, por qué no, también asumir las mismas responsabilidades.

Y es el momento de tenernos en cuenta. Los sectores/agentes sociales tradicionales que influyen en la agenda política: sindicatos, empresarios, grupos territoriales... tienen un nuevo compañero de viaje, el lobby feminista, muy poderoso dada su transversalidad, y que viene pisando fuerte y exigiendo a todas las formaciones políticas que tengan en cuenta sus reivindicaciones.