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OBSERVATORIO

Conocer es comparar

Con una comparación no se prueba nada y menos sobre el término con el que se compara. Pero sí permite hacerse preguntas sobre tal término. Cataluña sin ir más lejos.

1. Voluntad popular. Comencemos por la situación de algunos judíos en Israel. Primero, la cuestión cuantitativa: unos dos tercios se consideran "seculares", dejando para el tercio restante el calificativo de "tradicionales".

En otros contextos más cercanos la proporción es más estrecha: fifty-fifty, una división social en dos mitades. Después, la cuestión política que algunos resumen diciendo que los "teócratas" son los que están en el poder. Es decir, que gracias a sistemas electorales -inexactos como todos-, alianzas entre partidos para formar gobierno y abstencionismo de sectores sociales significativos, las políticas de su gobierno reflejan más las propuestas de los "tradicionales" que de los "seculares". Además, se consigue silenciar a los "seculares", como en otros sitios, en este caso acusándoles de "antisemitas" por muy judíos que sean. Finalmente, las perspectivas de futuro: el uso político de la sátira (tipo Tabarnia en Cataluña) y la resistencia en la base social no está claro que sea capaz de conseguir una oposición estructurada y viable. Y menos si uno de los sectores gana la "guerra cultural" e introduce algunas formas de violencia contra el otro sector. Mientras, seguirá habiendo judíos que se sientan exiliados en su propio país. Pero hay más: se trata de la situación de los árabes que viven en territorio ya israelí y suponen en torno al 20 por ciento de la población israelí y un 14 por ciento de su parlamento. Ya no es solo cuestión de dos bloques, sino del tercer bloque, los "underclass", los que ni siquiera pueden optar entre tradicionales o seculares, sino que quedan fuera de la discusión. Finalmente, están los 40.000 inmigrantes de Eritrea y Sudán, algunos "falashas", es decir, miembros de las "tribus perdidas", pero cuya expulsión se plantea de vez en cuando. ¿Racismo? Tal vez. Pero, en todo caso, voluntad popular desdibujada.

2. Cueste lo que cueste. Se trata de la posible independencia de Groenlandia respecto a Dinamarca, deseada, a lo que parece, por el 70 por ciento de sus habitantes. No va a ser nada fácil. Políticamente, las pasadas elecciones le dan cierto apoyo, aunque el gobierno danés, del que depende como administración autónoma y soberana desde 2009, no esté por la cuestión. Tiene un modelo: Islandia. Pero tiene muchos problemas económicos. Si se independizara de Dinamarca, pero se mantuviera dentro de la Unión Europea, sería con mucho el país más pobre de la Unión. Espera inversiones extranjeras (chinas sobre todo) en particular en el terreno de las materias primas, pero esas inversiones, de momento, brillan por su ausencia. ¿Un país inviable? Tal vez. Pero eso no parece impresionar a ese 70 por ciento, en un territorio bilingüe (innuit y danés), en el que la defensa de la lengua puede tener más peso que la lucha contra la pobreza que, haberla, hayla. Un caso más de sentimiento por encima de la razón.

3. Donde dije digo. Vayamos al Brexit, que podríamos extender a otras propuestas secesionistas. En campaña electoral se miente irresponsablemente. Se puede decir, por ejemplo, que, si se produce la independencia, todo irá mejor. Se llegará a la "Arcadia feliz". Sin embargo, la literatura del orgullo nacional da paso a la aritmética del coste-beneficio económico y economicista y se explica, con el aval de prestigiosos economistas, que el beneficio económico de la independencia será incuestionable. Luego vienen las rebajas, cuando se descubre que incluso aquella aritmética era literatura y aparecen algunos políticos que reconocen haber mentido, pero es que esas son las reglas del juego: mentir para ganar. La cuestión a adivinar no es si la independencia será beneficiosa o no, sino qué sucederá con las distintas modalidades de la separación. En todo caso, con los datos ahora disponibles, se ve que el coste de algunos modelos de secesión podría ser asumible, pero no el de otras posibilidades. Sin embargo, la literatura del orgullo nacional ("I want my country back") no da pie a muchos análisis concretos de escenarios concretos. Nebulosos, más bien. Y ya hay quien explica que el proyecto del Brexit ha sido un fracaso total y fuentes del gobierno calculan que la factura del divorcio podría ser abultada: 39 millardos de libras, lo cual hace pensar en que esté en marcha una campaña para dar marcha atrás, habiendo quien lo ve como algo más que una posibilidad.

Insisto: si conocer es comparar, comparar no es acabar demostrando.

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