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INVENTARIO DE PERPLEJIDADES

Dos que no se pueden ver

La mala relación personal entre Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal fue desde hace años un rumor constante en los corrillos políticos madrileños pero desde el 2 de mayo es una evidencia inocultable. Ese día se celebraba en la antigua sede de Correos la fiesta de la Comunidad de Madrid y el protocolo había reservado dos asientos muy próximos para ellas en la primera fila de invitados. Tan próximos que solo había en medio otra silla reservada para Ángel Garrido, entonces sustituto provisional de la dimitida Cristina Cifuentes. Como suele decirse, la tensión se mascaba y el mentado Garrido ni siquiera se atrevió a ocupar su asiento por miedo a que una descarga eléctrica le chamuscara salva sea la parte.

La foto de las dos altos cargos del PP mirando hacia otro lado para no verse mientras la silla permanecía vacía ocupó amplio espacio en los medios y dio lugar a los inevitables comentarios sobre una tan grave como inoportuna crisis en la cúpula del partido del Gobierno. Por lo que se deduce, las diferencias entre Sáenz de Santamaría y Cospedal no son de tipo ideológico sino de sintonía personal. Y sobre todo de su posición de influencia respecto de Rajoy, el hombre llamado a designar a la persona que habrá de sustituirle. Porque la renovación de liderazgos desde la época de Fraga se hizo siempre al modo en que Jesucristo ungió a San Pedro: señalando con el dedo al preferido. Y la única vez que se votó libremente salió de la urna un conejo imprevisto, el señor Hernández Mancha, un abogado del Estado extremeño de breve ejecutoria. Luego vino Aznar y luego Rajoy por el mismo procedimiento digital. Que parece el método más seguro, al menos en el ámbito de la derecha, como ya acreditó Franco nombrando sucesor suyo "a título de Rey" a Juan Carlos de Borbón. Habrá que esperar a que el señor Rajoy decida si debe volver a presentarse como candidato del PP o retirarse a Pontevedra y designar el sucesor, o sucesora. Que bien pudiera ser la señora Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno, o la señora Cospedal, ministra de Defensa y secretaria general del PP. Y sería la primera vez que una mujer es candidata a presidir el Gobierno de España.

En el tiempo de Fraga, el viejo patrón fue partidario de nombrar sucesora suya a la santanderina Isabel Tocino para convertirla en una especie de Margaret Thatcher a la española. Era una rubia atractiva y motera (como Cifuentes), pero un grupo de políticos machistas encabezado por Federico Trillo fue a visitarlo para sacarle esa idea de la cabeza y nombrar en cambio a José María Aznar, un bigote emergente en Castilla y León. También pudiera ser que Rajoy haya preferido rodearse de mujeres en su etapa de gobierno y luego elija a un hombre para sucederlo. Le encanta despistar.

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