Cada 13 de mayo, con motivo de las fiestas de Nuestra Señora de Fátima, la Vega de San Mateo se convierte en foco de la religiosidad popular del catolicismo en Gran Canaria. La Virgen más venerada del lugar provoca cada año, durante ocho días, amplias muestras de devoción popular y el recibimiento de las flores más variadas, junto con la confección de las diferentes alfombras de flores, serrín, sal, borras de café o cáscaras de almendras o altares floridos que visten el recorrido de las diferentes procesiones, porque hay una gran relación de esta fiesta con la vegetación local.

La devoción a la Virgen de Fátima se inició en la primavera de 1950, hace ahora 68 años. Doña Lola, hermana del cura párroco de La Vega (José Molina Mendoza), y el boticario Juan Santana Ramos decidieron adquirir la imagen, que llegó al pueblo transportada en camión, bellamente engalanado para la ocasión. Tras haber sido bendecida en la iglesia de los misioneros del Inmaculado Corazón de María por el magistral Alonso Vega, la imagen recorrió la carretera del Centro entre aclamaciones de multitudes al ver el paso de aquella caravana de automóviles, mientras desde las azoteas y balcones se arrojaban flores a la imagen. San Mateo, en su conjunto, aguardaba expectante y gozoso, la llegada de ese gran día en la historia íntima del pueblo. Un hito que se conserva para siempre en la memoria colectiva.

Desde entonces ha sido tal el protagonismo y la devoción que despierta en este lugar la Virgen Blanca que preside el altar mayor en detrimento del mismísimo patrono del pueblo, desplazando también del escenario principal del templo a la copatrona santa Ana, que antiguamente gozaba de los favores de la gente, y a la que se rendía pleitesía, cada 26 de julio, en unos días en los que no faltaban los manojos de voladores y fuegos artificiales, la función y procesión y, por supuesto, la más preciada feria de ganados.

El pasado viernes, además, presentamos el libro Fátima y Lourdes. Crónica de un siglo de devociones populares en La Vega, editado por Beginbook, al tiempo que este año la comunidad parroquial ha dispuesto de una urna procesional, de ocho lados, cubrir la imagen, que representa la eternidad, mientras el ayuntamiento veguero ha aprobado que el próximo año sea día festivo oficial en este municipio el lunes 13 de mayo. Todas las relaciones entre vecinos, devociones y acontecimientos se entrelazan con aparente lógica para hacer de esta fiesta, patrimonio inmaterial y espiritual de los vegueros, una magnífica oportunidad para fomentar la participación masiva de todos los vecinos.

Unas fiestas que ahora deben lograr un compromiso institucional que inicie los trámites oportunos para hacer efectiva su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) a fin de que ayude a mantener y difundir este importante legado histórico y cultural, y el reconocimiento a una de las manifestaciones más tradicionales de este municipio, único lugar en la isla donde se ha conservado hasta la fecha esta celebración, con su tradicional misa de enfermos, salvaguardando gran parte de su carácter, sus rasgos y señas originarias, la manera de ser y sentir de esta comunidad.

Cada día, desde el pasado domingo, se ha ido engalanando un barrio o una calle diferente, se han decorado las ventanas con banderas blancas y celestes; las puertas y aceras se han llenado de plantas y flores de mundo, hortensias, helechos, a la vez que se ha producido el ruido de tracas y voladores. Y es que todo lo que tiene la Vega de San Mateo de sosiego, silencio y rutina durante las primeras semanas del año, se disipa por arte de magia cada mes de mayo, creándose un clima espiritual que contagia hasta a los menos creyentes.

El pueblo se convierte en un lugar de estancia o paso, y bulle con peregrinos, pagadores de promesas, vendedores de flores y hoy domingo, último día de la fiesta, los feligreses de toda la Isla asisten a la tradicional Misa de los Enfermos y ruegan un consuelo o que su sacrificio merezca la pena, aunque sea a la larga, aunque cueste mil fatigas.

Una fe que se ha venido reflejando en las noches luminosas y sonoras de sus procesiones religiosas, con numerosos fuegos artificiales que iluminan los cielos y los horizontes y las coloridas alfombras, por los distintos barrios o alrededor del antiguo casco, que elaboran los vecinos y los escolares, reafirmando los lazos comunitarios de este pequeño pueblo y poniendo la semilla de su futuro.

En torno a la misa y las procesiones se reúnen los doloridos, los más necesitados, los que intentaron todo y nada resultó, los abandonados por la suerte, la ciencia o la salud. De modo que cuando Fátima abandona el templo parroquial y es llevada en procesión no sólo le llueven las flores desde las ventanas y balcones, sino también las promesas por cumplir, las más diversas emociones.

Un año después de la llegada de Fátima a la Vega, los misioneros del Corazón de María, claretianos, llevaron en peregrinación por toda la diócesis la imagen peregrina de Fátima. Fue una verdadera cruzada misionera y evangelizadora.

El alma de aquella iniciativa fue el padre Francisco Rodríguez, conocido por el padre Paco, entusiasta e incansable misionero, al que acompañaban otros padres para predicar, confesar y celebrar. Después de las misiones se crearon parroquias y lugares de culto bajo la advocación de Nuestra Señora de Fátima, mientras nuevos núcleos poblacionales de Gran Canaria la eligieron como la patrona de sus fiestas.

En Las Palmas, las parroquias de Pedro Hidalgo, El Batán, Las Coloradas y Lomo los Frailes. En Gáldar, en La Montaña y Barranco Hondo. En el centro, Los Hoyos y Pino Santo Bajo. En Arbejales, culto en El Faro. En Telde, la parroquia de El Calero y el lugar de culto Tenesoya. En Carrizal, la Capellanía; en Mogán, la de Veneguera. En Fuerteventura, La Lajita y Asomada. En Lanzarote, Muñique.

En muchas iglesias de la Diócesis hay una imagen de la Virgen de Fátima para su veneración, en las que no faltan devotos que se disputen el favor de llevarla en andas cada 13 de mayo, entre el fervor y el júbilo.