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La suerte de besar

La liga de las personas extraordinarias

Hay que ir a ver Campeones, de Javier Fesser, por motivos varios. El primero, y más importante, es porque es una buena película. Y, a partir de ahí, podemos empezar a sumar razones. La risa es otra. Que un grupo de personas con necesidad de apoyo y sus circunstancias sean las encargadas de provocar carcajadas la mayor parte del tiempo que dura la película tiene su mérito. Un buen sentido del humor no puede ser políticamente correcto. Pese a ello, el resultado es una risa muy, pero que muy sincera, muy, pero que muy cómplice y totalmente respetuosa. Ir a ver Campeones implica salir del cine un poco mejor que como has entrado. No se puede decir esto de muchos largometrajes. Estoy totalmente convencida de que acercarse al mundo de las personas con necesidad de apoyo nos hace mejores. Nos abre los ojos a otras capacidades, que no necesariamente son peores que las nuestras, y nos sensibiliza hacia otras maneras de ver e interpretar el mundo. Maneras que la mayoría de las veces complementan y mejoran las propias.

Los personajes de la película son honestos y no se parapetan en paternalismos aburridos. Los campeones de Campeones son brillantes porque no aparentan ni pretenden ser lo que no son. Ni más guapos, ni más listos, más atléticos, delgados o ágiles de lo que realmente son. No tienen necesidad de medirse según los baremos tradicionales de éxito social. Están tan alejados de los convencionalismos que resultan esperanzadores. No son personas con carrera, ni al final de la película se descubren como deportistas de casi élite, o con unas habilidades paranormales a la hora de sumar números y hacer cálculos matemáticos de cabeza, o como artistas posmodernos. Lo estupendo es que no hay ninguna necesidad de ello. Ellos son. Y punto. Con sus ausencias, preocupaciones, manías, pasiones, obsesiones, pureza, generosidad, intereses o necesidades de logopedia. La película transmite una visión de la persona con discapacidad intelectual moderna e integradora. Dejemos que cada uno sea como es y facilitémosles los apoyos que requieren y merecen para que puedan sentirse satisfechos en su piel, realizados y reconocidos al final del día. Uno de los grandes méritos de Fesser es que ha mostrado algunas vulnerabilidades de la persona de una forma tan natural, tierna, cotidiana y reconocible que, en cierta manera, las ha dignificado. Y todo ello sin caer en la ñoñería. Tres hurras por él.

La película es educativa. Acerca, sensibiliza y visibiliza el mundo de la discapacidad. Sin ser empalagosa transmite los valores de la tolerancia y la superación. Está claro que lograr objetivos no está de más, pero lo que haces en el camino es lo que cuenta y si puedes pasarlo bien mientras caminas, mejor. Demuestra que la competitividad es innecesaria. Que la segunda posición divierte lo mismo que la primera. Que se es muy libre y más feliz cuando no vives en función de las expectativas que otros tienen sobre ti y, básicamente, enseña que en esta sociedad hay un lugar para todos. O debería.

Otro de los motivos por los que ver la película es Javier Gutiérrez. Su interpretación tiene ritmo, su mirada cuenta historias y gestiona las emociones "al punto". Un punto castizo. Un punto chulito. Un punto cálido, contenido y divertido. Por un mundo con más campeones como los campeones de Campeones.

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