En la vida alemana del siglo XX Thomas Mann y Herman Hesse apuntan paralelismos insólitos. Aunque otras dos novelas sean el santo y seña de cada cual, ambos están unidos de forma excesiva y espiritual por dos obras, el Doktor Faustus y El juego de abalorios.

Cuando Thomas Mann en los años 40, en el exilio americano, lee la novela de Hesse, quedó asustado por la afinidad con la obra que estaba escribiendo. Con Doktor Faustus. Dos biografías fingidas por un narrador menor intelectualmente al héroe que se biografía, modus operandi novelístico que ya conocíamos desde el Gran Gatsby. El fantástico paralelismo consiste en la misma y genuina relación con la cultura y con la época. Pero sobre todo por la presencia de la música en el centro de gravedad de todo.

El paralelismo es devastador. Mann asumió la primera guerra mundial como una necesidad de defender la kultur alemana frente a los pretenciosos titulares franceses e ingleses de la civilización. Hesse la rechazó de entrada así como a la República de Weimar. En la segunda guerra y antes de su inicio de la misma los dos siguieron, uno antes y otro después, el exilio.

Mann pasa por ser escritor rutilante, autor de una literatura elevada, hombre de mundo, dialéctico, versus Hesse, que se reputa como escritor de entretenimiento, introvertido, romántico, outsider. El más leído en lengua alemana.

Los dos autores serían premios Nobel, Hesse en 1946 y Mann 17 años antes.

Fueron amigos y tuvieron en común entregar a la obra creativa toda su interioridad y el dolor de esa creación artística. Explican el mundo desde la soledad con una enorme lucidez humana y moral y desde la espiritualidad de la madurez con humor y arte.

Ambos se separan de las penas y alegrías del amor. Doktor Faustus porque pacta con el diablo para ser el mayor músico de su época. El final y compendio de una época. Ser como Bach y vampirizando a Schoenberg nos sumerge en el mundo de la música. La tesis, de Adorno, es que desde entonces ya no vale igualar música a belleza, verdad última y encuentro con Dios. Muchos sostienen que los conciertos de violín, oratorios, poemas sinfónicos y otras obras que están incluidos en la obra de Mann están relacionados con obras reales de Mahler, Berg o Debussy.

Mann ve la música como conflicto, tiene una naturaleza trágica, diabólica, envolviendo todos los demonios de la época. La más genuina manifestación del espíritu alemán.

Jose Knecht también se separa del mundo para formar parte de una provincia célibe donde los miembros compendian y ordenan de forma panóptica todo el saber de su tiempo en torno a un lugar central: el juego de abalorios. Y en el centro del juego, la música, que proviene del equilibrio, ese equilibrio que es la fuente de lo justo siendo que lo justo procede del sentido del universo. Según los personajes solo se puede hablar de música con quien ha llegado a conocer el sentido del universo.

Ambos cantan el fin de una época de verdadera decadencia. Ambos intuyen el fin de Alemania. Leer ambas novelas es entender las entrañas alemanas. Antes de su caída e increíble ascensión.

Ambas son esotéricas pero Mann nos ayuda con un maravilloso ardid. Dos años después de escribir su novela escribió otra," la novela de una novela", donde de forma histórica nos ofrece claves que en Hesse, ese escritor de menos quilates intelectuales, nos quedamos sin conocer.