Entras en las ediciones electrónicas de los periódicos lleno de curiosidad y sales cargado de deberes. En cuanto recorres el frente de las últimas noticias, llegas a la retaguardia donde acecha un periodismo preceptivo, gemelo de la publicidad de revista de modas, que impone más tareas de las que se pueden hacer, con lo que eso estresa. En la web como en la war: en el frente te dicen qué tienes que hacer; en la retaguardia, cómo tienes que ser.

Si lees las 10 novelas que no te puedes perder de la feria del libro y ves las 10 series de 10 capítulos imprescindibles en junio poco tiempo te quedar para ser proactivo de 10 maneras en tu trabajo o para atender a las 10 reglas del emprendimiento.

Además de ver y leer hay que borrar y releer. Debes hacer una nueva lectura de clásicos que no se explica que te gusten hoy y olvidar películas en tu cabeza por sus intolerables actitudes transfóbicas.

En los clics de obligado cumplimiento nada es pequeño: el diablo está en los detalles. Ay de ti como no prestes atención a los 10 micromachismos que no sabías que cometías hasta que lo descubrió en su laboratorio una científica del microfeminismo.

Si sacas tiempo para encontrar los ingredientes de los nuevos platos de verano es mejor que vayas andando a la compra para cumplir al menos uno de los 10 recursos para bajar esos 10 kilos que debes perder en la operación bikini vigente. Hubo quien se perdió la caída de Rajoy por la corrupción al estar leyendo los 10 truquitos para quitar las manchas que no sacan los detergentes normales.

Este periodismo de tablas de la ley decimales (y de abdominales) pasa de que la tierra prometida, Israel, esté en guerra y machaca a la retaguardia con un bombardeo de idioteces que no deja en paz.