Escribo este artículo una tarde soleada del mes de junio. Añoraba ver esta luz colarse por la ventana y la alegría que me da el buen tiempo. Sin embargo, a pesar de que ya el verano se hace notar, yo siento una sombra, una especie de nube gris rondarme. En alguna ocasión he leído que la exposición continuada a situaciones de estrés puede provocar pérdidas de memoria y, tal vez, esté sufriendo una de esas pérdidas de memoria pero, en mi caso, acompañada de un problema de comprensión lectora. De comprensión vital? Algún tipo de afasia, no sé? Los síntomas empezaron de forma sutil. Leía algo, me forjaba una opinión, la compartía en las redes y la gente malinterpretaba por completo el análisis que yo había hecho de un determinado tema. Pero comencé a preocuparme aún más cuando las señales eran altamente axiomáticas. Por ejemplo, escribía algo creyendo que la ironía era palpable y la gente volvía a malinterpretar lo que había querido decir entre líneas. Así que en mi delirio me vi justificando constantemente todo lo que pensaba y, equivocadamente, compartía en algún texto. Si escribía -con sarcasmo- de "feminazismo", me veía justificando que no era feminazi, que era una crítica a quienes insultaban con ese término a las mujeres que luchan por sus derechos. Si compartía un vídeo donde las mujeres cantaban que eran felices siendo gordas, tenía que justificar que no estoy a favor de la obesidad pero sí de que la gente se quiera, se acepte y se respete tal como es. Si el artículo versaba sobre el desconocimiento de la población en relación con los motivos que llevan a alguien a prostituirse, inmediatamente tenía que explicar que he tenido la oportunidad de ser testigo de las experiencias de muchas mujeres explotadas sexualmente y mi argumento se basaba en sus testimonios. -¡Esto es de especialistas!-, me dije. Hablé con filólogos, con escritores y hasta con algún lingüista pero parecían no apreciar patología alguna. Hasta que una noche, en una cena, cuando estaba a punto de pedirle a la nave que me dejó en la Tierra que regresara a buscarme, un amigo psicólogo me dijo: ni entre líneas ni entre renglones (sic). Tu problema no es de comprensión lectora, tu problema es que no te duchas con aceite. Lo escuché atentamente y llegué a la conclusión de que el problema de comprensión lectora no lo tenía yo, cierto, sino la gente que no entiende lo que es la ironía, el sarcasmo y leer entre líneas. Y sé que habrá quien malinterprete estas últimas palabras y me acusé de creerme en posesión de la verdad absoluta, así que me pongo la tirita antes que la herida: no, no tengo la verdad absoluta. Me equivoco, más de lo que me gustaría pero lo suficiente como para seguir con la llama de la curiosidad viva, con las ganas de mejorar continuamente y, sobre todo, de rectificar cuando es necesario. Mientras tanto, probaré eso de ducharme con aceite para que todo me resbale y seguiré escribiendo entre líneas y entre renglones?