En un principio se insistía en que Héctor Gómez tenía reservada una silla en el Consejo de Ministros. Me lo comentaban algunos jóvenes socialistas isleños, con los ojos brillantes de la emoción, porque conocían al futuro ministro, el modesto héroe que ascendió desde Troya, es decir, desde Guía de Isora, y habitó entre nosotros, y a mí me entraba mucho sentimiento y me ponía a hablar del tiempo para evitar cualquier crueldad. Como es obvio Gómez no fue ministro de nada, pero la parusía se limitó en bajar un escalón: el compañero Héctor sería secretario de Estado. Probablemente en el Ministerio de Asuntos Exteriores, para proyectar en el organigrama ministerial sus responsabilidades en el comité ejecutivo federal. Pero tampoco fue así, por supuesto. Anteayer la cosa se había puesto muy barata y se hablaba resignadamente de alguna embajada de relumbrón. ¿Y por qué no Venezuela? Algunos exagerados deslizaban que Gómez ya se había devorado las uñas hasta los metacarpios cuando, por fin, sonó el teléfono: sería el director general del Instituto de Turismo de España, Turespaña, organismo autónomo del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo. Un alivio.

El secretario general del PSC-PSOE, Ángel Víctor Torres, se apresuró en convertir el nombramiento de Gómez en un prodigioso reconocimiento no ya al interesado, sino a todo el socialismo canario en general; un gesto magnánimo y generoso del Líder de las Manos Convincentes pero, al mismo tiempo, algo absolutamente inevitable cuando se trababa de homenajear -por alguna razón no del todo aclarada- al PSC. Por este camino empedrado de grandilocuencias Torres se congratuló de que al frente de la promoción turística del Ministerio figurara "un representante socialista canario que será quien dirija un organismo de esta magnitud que tiene un impacto tan importe en las Islas". Dejando aparte que Héctor Gómez no representa a ninguna organización territorial del PSOE en el Ministerio de Industria -esta confusión entre la Administración del Estado y el partido es preocupante- la promoción turística es una política ampliamente descentralizada en las comunidades autónomas y, en Canarias, son ya una entrañable costumbre las luchas tribales entre la Consejería de Turismo y los cabildos insulares.

De los nombramientos que cada semana definen y completan esos 2.000 altos y medianos cargos del Gobierno central y sus agencias y sociedades públicas se puede deducir que el PSC-PSOE sigue siendo una organización con escasa influencia en el núcleo duro de la dirección federal. Y con cierta razón. ¿Cuál es su aportación electoral? ¿Qué ha podido ofrecer en materia de nuevo personal político más o menos exportable? ¿El sanchismo, representado por un Torres tan entusiasmante como un dolor de espaldas, ha significado alguna reactivación del partido en las Islas, una corrección de la abulia en la que se sumergió con José Miguel Pérez, una pacificación de facciones y fulanismos, una superación de las desconfianzas entre tinerfeños y grancanarios, entre sanchistas y patricistas, entre el rosa y la espada. En absoluto. Por otra parte no conviene exagerar. El nombramiento de Gómez tiene una normalidad que no puede encontrarse en la designación de José Félix Tezanos, secretario de Estudios y Programas del PSOE, como director del Centro de Investigaciones Sociológicas, o que Pablo Iglesias bendiga como presidente de RTVE a Andrés Gil, sin que ni el presidente ni el secretario general de Podemos hayan explicitado que la dirección de la corporación pública fuera objeto de un pacto específico entre ambos. Es bastante desvergonzado. Bastante decepcionante. Bastante ratonil. Esto, como suele ocurrir, no va muy bien.