La Provincia - Diario de Las Palmas

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a la intemperie

Un mundo perfecto

Encontré en una playa de Menorca una piedra que me gustó y que metí en la maleta al regresar a casa. Era del tamaño aproximado de una pera y estaba formada, me pareció, por la agregación de chinas nucleadas alrededor del eje de una roca basáltica. Esto que digo quizá sea un disparate, pero me gusta la palabra "basáltica" y jamás había tenido la oportunidad de usarla. ¿Era muy bella? La verdad, no. Resultaba más inquietante que hermosa, sobre todo después de que al secarse perdiera el brillo que le proporcionaba la humedad. Como cabía perfectamente en el bolsillo del bañador, la guardé allí y, una vez en el hotel, la envolví en la hoja de un periódico. Colecciono piedras desde hace años, sobre todo las que tienen forma de dedo, que las hay a montones. Esto es lo que más produce la naturaleza: dedos. Pulgares, corazones, índices, meñiques? El campo, si te fijas, está lleno de dedos, con sus uñas muy bien señaladas. Desde que hice este descubrimiento, siempre que salgo a pasear voy mirando al suelo en busca de un nuevo dedo (aunque si encuentro un billete de cinco euros, tampoco le hago ascos). Esta piedra del tamaño de una pera carecía de una forma precisa. Me resisto a decir que era informe porque hasta lo informe tiene forma. Digamos que se parecía a un hígado pequeño, quizá al de un perro de gama media. Un hígado, eso es. Me gustó entonces por lo que tenía de víscera.

Ya en el aeropuerto, al pasar el equipaje por el túnel de seguridad, la piedra llamó la atención del vigilante y me pidió que abriera la maleta.

-No sé -dijo-, lleva usted algo raro aquí.

Tomé el paquete, lo desenvolví y le mostré el objeto.

-Un pequeño recuerdo de la isla -dije.

Subrayé el término "pequeño" para que él mismo cayera en la cuenta de que no cargaba con un monumento arqueológico ni nada semejante. Pese a todo, la requisó recordándome que Menorca era una reserva natural de la biosfera. Llegué al avión en estado de shock, consciente del daño que había estado a punto de hacer con mi insensibilidad a esa reserva natural e imaginé a las autoridades ecológicas devolviendo la piedra a su lugar de origen. ¿Vivimos o no vivimos en un mundo perfecto?

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