Para los que nacimos durante la Dictadura, el 18 de julio era la fiesta conmemorativa del "glorioso alzamiento" militar contra la República. En esa fecha, el general Franco, que gobernaba con modos y maneras de un rey absolutista, saludaba en los jardines del palacio segoviano de la Granja de San Ildefonso al cuerpo diplomático y notabilidades del régimen, y luego asistía complacido a una exhibición de música y danza a cargo de conocidos artistas de la época. En su mayoría eran intérpretes del cante y el baile español más popular, como Lola Flores, Paquita Rico, Carmen Sevilla, Juanita Reina, Marifé de Triana y Sarita Montiel que, aunque era de convicciones republicanas, no se atrevió a rechazar la invitación que le llegaba del Palacio de El Pardo.

Al término de las actuaciones, el dictador se dejaba fotografiar con los artistas y aunque era hombre de pocas palabras solía deslizar algún comentario elogioso. Como el que le hizo al famoso bailarín Antonio, al que le dijo que "parecía de goma" después de quedar admirado por sus contorsiones y su frenético taconeo. O el insólito piropo que dirigió a la propia Sarita Montiel, según ella misma contó años más tarde a algunos periodistas: "Violeterilla, venga para acá que la quiero conocer más de cerca" (la bellísima artista manchega acababa de estrenar la película Violetas imperiales con enorme éxito y Franco seguramente la había visto en la sala de cine que le habían habilitado en la sede de la jefatura del Estado).

Pero la conmemoración del golpe militar y del comienzo de la Guerra Civil era también la fecha para cobrar la llamada paga extraordinaria del 18 de julio, un concepto retributivo que la monarquía parlamentaria modificó en el calendario para que no se asociase a tan trágica efemérides. En aquel tiempo, toda fuente de legitimidad tenía su origen en el 18 de julio. El régimen mismo se autodenominaba del 18 de julio, el Ejército era el del 18 de julio, la asistencia sanitaria estaba garantizada por un organismo que se llamó Obra Sindical del 18 de Julio y, corriendo los años, hasta la monarquía restaurada por el dictador se apellidó del 18 de julio.

Por cierto que, el 18 de julio también fue la festividad del Trabajo hasta que en 1955 el papa Pío XII ve la ocasión de cristianizar la fiesta proletaria del 1 de mayo y crea la figura de San José Artesano, una iniciativa que fue inmediatamente adoptada por la España franquista. Los que tenemos una cierta edad, aun recordamos ver en el NO-DO las llamadas "demostraciones sindicales" que por tal fecha tenían lugar en el estadio Santiago Bernabéu bajo la presidencia del militar ferrolano. Eran unas exhibiciones de gimnasia, de baile regional, y de destreza en los oficios que intentaban poner de manifiesto la salud mental y física de la juventud española.

Afortunadamente, el 18 de julio ya no es una fecha para tan trágicas rememoraciones, aunque estos días todavía se discute (destino del Valle de los Caídos y del pazo de Meirás, la exhumación de los restos de Franco) sobre los vestigios de la dictadura que la democracia no ha sabido erradicar. Y es natural, porque esta democracia, mal que nos pese, es heredera legal de la dictadura y debe de pagar por ese pecado de origen.