La agenda canaria es como el garoé. Sin duda existió en el pasado, y actas y legajos atestiguan sus virtudes beneméritas, pero lo destrozó un temporal, la moción de censura que convirtió a Pedro Sánchez en presidente el pasado junio. Las agendas que se cierran con un gobierno quedan en el mejor de los casos entreabiertas con otro. Que a ver si nos empezamos a comportar todos como adultos: un presidente con 85 diputados y que apenas tiene un año y medio por delante - siendo generosos- para gobernar un país sin una mayoría parlamentaria estable y con un movimiento secesionista en Cataluña que no renunciará a sus objetivos independentistas no tiene ni tendrá a Canarias entre sus prioridades políticas ni entre sus compromisos más inmediatos e insoslayables. Porque los presupuestos generales en vigor no son suyos y puede argumentar fácilmente incumplimientos y desviaciones financieras. Sánchez debe hacer concesiones al Govern -y ya ha anunciado una importante quita de la deuda de Cataluña-, respetar escrupulosamente los acuerdos presupuestarios con el PNV y el nuevo Cupo Vasco, aligerar un tanto la presión fiscal de las comunidades autónomas y meter más pasta, concretamente, en Andalucía. A todo eso se suma el incremento del gasto social que difícilmente se cubrirá con la subida de impuestos ya abocetada. Canarias, me temo, no aparece casi por ningún lado, y si los compromisos presupuestarios en materia de carreteras y obras hidráulicas no se deslizan, a través de varias técnicas y estratagemas procedimentales, hasta el próximo año, será un auténtico milagro. Y este es un Gobierno sentidamente laico?

No se equivocan ni los que aseguran - con una extraña satisfacción, la verdad- que CC pinta muy poco en las Cortes ni los que insisten en que Nueva Canarias ya no importa nada tampoco. La ridícula danza de la guerra que bailotea desde hace días Román Rodríguez se ha convertido en un espectáculo penoso: Johnny Depp daba más miedo (y resultaba menos ridículo) en El Llanero solitario. Que Fernando Clavijo repita que Canarias no va a tolerar el nuevo vacilón del 75% (ese decreto que parece una graciosa, discrecional concesión del ministro de turno) no le quitará el sueño a Ábalos. En definitiva, el nuevo Gobierno dizque socialdemócrata, feminista y antifranquista -no sé si es el orden correcto- dispone, como todos los anteriores, de una epidermis política y presupuestaria que solo se eriza de temor o de placer con la proximidad de votos parlamentarios que le salven precisamente la piel. Una terca evidencia que, por supuesto, es negada por socialistas y conservadores como Groucho Marx negaba su adulterio aunque su esposa lo descubrirse con sus propios otros encamado con otra señora.

- ¿A quién vas a creer, a mí o a tus propios ojos?

Lo de Ángel Víctor Torres volando a Madrid (en tiempo de descuento) para apresurarse a incubar los huevos de los ministros, conformándose con calentar una cajita de clips si es preciso, merece una columna aparte. O no.