Bueno, es relativamente sencillo. Si gana Pablo Casado el Partido Popular será una organización más cohesionada y sólida, pero presa de un rearmamiento ideológico y retórico -ya veremos si estratégico- que lo situará más a la derecha una, grande y libre; si gana Soraya Sáenz de Santamaría, al PP le será más posible abrirse hacia el centro, las clases medias urbanas y los jóvenes, que es la parte del pastel que les ha birlado Ciudadanos cada vez más sustancialmente, pero alrededor de la nueva lideresa crecerán inmediatamente una pululante masa de conspiraciones que intentará limitar sus movimientos y sus apuestas y, a medio plazo, derrocarla. Y con muchas posibilidades para hacerlo: la exvicepresidenta no controla el aparato central del partido y tiene escasa influencia real en direcciones regionales y provinciales. Si Sáenz de Santamaría, una vez en la Presidencia del PP, se encontrase con unas elecciones generales y las ganara podría asentarse rápidamente. Pero no habrá elecciones generales. No hasta dentro de un año al menos.

Rodríguez Zapatero, un caso de panfilismo realmente notable, declaró que prefería a Sáenz de Santamaría como presidenta. Quien le conviene al PSOE y a Ciudadanos como nuevo líder de la derecha española, al contrario, es el señor Casado. Alguien que, por decir algo, amenace con sacar los tanques en Cataluña, siga encontrando los contratos basura y la pauperización de las clases medias como un éxito apoteósico del Partido Popular y le parezca que en España se ha privatizado poco para lo que se merece este viejo jodido país ineficiente y quejica y lleno de progres llorones. Casado es un chollo para Ciudadanos, si es que Albert Rivera conserva los restos del sentido común y del olfato político que lo convirtieron en una referencia política para el voto céntrico, centrista y centrado el país. Y desde luego lo es para el PSOE, que parecerá mucho más de izquierdas frente al sonriente lucero del alba desprendido del corazón de José María Aznar sin ir más allá de una austeridad presupuestaria con rostro humano.

Me dicen que Asier Antona y sus compañeros de fatigas en la dirección del PP de Canarias apuestan por Sáenz de Santamaría y es razonable. No por razones ideológicas -Antona es un joven derechista sin mayor preocupación por los matices-, sino porque el de Casado sería un orden nuevo, una terra incognita donde su ubicación resultaría bastante incierta. La exvice no: forma parte de un pasado muy reciente y en su ecosistema el dirigente canario encontraría rostros y restos reconocibles. El joven Casado podría muy bien impulsar cambios en las candidaturas en las comunidades autonómicas en los que no se registren liderazgos sólidos por su atractivo electoral o su carisma y capacidad de galvanizar las organizaciones territoriales frente a los retos inmediatos. Y Antona no parece estar en ninguno de los dos casos.