La Provincia - Diario de Las Palmas

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a la intemperie

No se empeñen

El mundo cambiará en los próximos veinte años más que en los últimos dos mil. De hecho, está cambiando ya, lo hace cada día, cada hora, cada minuto, quizá no a la vista de todos, pero los terremotos comienzan siempre en el subsuelo. Durante los "felices 30", mientras en los salones se bailaba el vals como si la realidad ya estuviera acabada, el diablo amamantaba a los cachorros de Hitler en los sótanos de las mansiones y de los palacios de media Europa. Lo contaba muy bien Allan Janit en La Viena de Wittgenstein, con perdón. Ahora mismo, mientras la política y gran parte de la economía se mueven con categorías del siglo XIX, en Silicon Valley están dando los últimos retoques a la nueva fase de la inteligencia artificial, que lo va a poner todo patas arriba. En la realidad cotidiana, sin embargo, nos movemos como los que bailaban el vals sin preguntarse qué ocurría en las cocinas.

Siempre ha habido gente que no se entera de nada, a veces en defensa propia. El problema es que no se enteren las instituciones. Imaginen una compañía aérea que siguiera volando con aparatos de hace 50 años. O un agricultor que continuara haciendo surcos en la tierra con un arado romano. O un comercial que ignorara la importancia de internet para la distribución y venta de sus productos. Pues bien, escuchas un mitin político, de cualquier político, y parece calcado de los discursos de hace siglo y medio, si no más. Es como si no se hubieran enterado de la invención del hacha o del descubrimiento del fuego. No tienen ni idea del significado de que una empresa como Telefónica haya sufrido una fuga importantísima de datos. Quizá lo asocien a las ligeras pérdidas de orina de los anuncios de la tele.

En los "felices 30" era el diablo el que diseñaba el futuro en los sótanos de los palacios y mansiones. Ahora no estamos seguros de quién es. Tal vez no sea el diablo, pero es alguien con capacidad para hacer magia. Nuestros dirigentes tienen la obligación de explorar el subsuelo, que con frecuencia se halla en la superficie, para comprender el mundo al que están dando a luz las nuevas tecnologías y cuya capacidad para modificar la realidad es infinita. No se empeñen en atravesar el Atlántico en cuatrimotor.

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