La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

zigurat

Nicaragua, la finca de Daniel Ortega

La situación política en muchos países de América Latina sorprende a los más conspicuos analistas. Por un lado, se dio una recuperación por parte de las izquierdas y movimientos populares en la década anterior de la mano y el poder de muchos pueblos nativos, caso paradigmático el de Bolivia, donde una importante base popular dio el triunfo al indígena Evo Morales. Situación similar vivieron en Ecuador, en Perú o en Venezuela, esta última ahora desangrándose en las calles y en los hospitales, y siendo arma arrojadiza de nuestros políticos españoles. Otro caso es el de Colombia, que ha hecho grandes esfuerzos para restaurar la paz y que no son siempre reconocidos o son boicoteados: siempre hay alguien al que no interese el río en calma.

Siendo cautos a la hora de enfatizar dónde están las causas para que casi todo el poder democrático que tenían los pueblos haya pasando a manos de gobernantes, sale de toda lógica, a no ser que el juego esté amañado hasta para los que creemos que tenemos sus reglas. Es como si estuvieran en los años cincuenta, cuando la revolución corría por el continente, hasta que la avanzadilla del Che dio al traste con una mayor presencia política de la izquierda y una feroz represión que acabó con los militares por enésima vez en el poder.

Pero si hay un país que me deja algo confuso por su política represiva ese es Nicaragua. Así como he conocido a algunos comandantes y dirigentes políticos y militares en la clandestinidad de los años setenta cuando Managua fue una fiesta, ahora no consigo hilvanar un tejido serio para lo que ocurre en el país de la revolución cristiana, la primera y la única; en palabras del obispo de Sao Féliz do Araguaia Pere Casaldáliga, aquel del báculo de madera, sombrero sertanejo y anillo de quebracho, que llamó a la revolución sandinista la más hermosa de las revoluciones, pues fueron asumiendo una teología liberadora (toda teología tiene que ser liberadora por dentro y por fuera) y política, desde luego en línea profética- por un pueblo violentado, hambriento, explotado y abusado sin piedad por la dinastía de los Somoza.

Pero si tenemos que ser prudentes con los asuntos políticos internos de los estados en cuestión, tenemos que estar firmes en la defensa de la vida, cosa que no está sucediendo en Nicaragua. Puede que sigan azuzando el miedo a EE UU, a las clases altas, a la oligarquía, como dicen que están haciendo los exiliados para crear inestabilidad y desobediencia y conseguir así entregar otra vez al emperador la inmensa finca que es Latinoamérica.

Pero hay datos y testimonios de hombres y mujeres que fueron destacados intelectuales de la guerrilla y que se fajaron para que un pueblo recobrara la dignidad. Ahí están los testimonios de Sergio Ramírez, comandante y vicepresidente de Nicaragua en el triunfo, ahí esta el relato de Gioconda Belli también guerrillera que entró emocionada en Managua cuando huyó Somoza y también está desde hace tiempo el testimonio -y este más directo por mi parte- de Ernesto Cardenal y algún comandante que conocí que ya no reconocen ni respaldan el latrocinio que está consumando el compañero comandante de crucifijo en pecho, Daniel Ortega y su séquito, que al igual que los Somoza quiere crear una dinastía, reprimiendo con una brutal campaña a los nicaragüenses que antes se habían levantado contra la tiranía y que ahora son masacrados en las calles.

No se puede ser más hipócrita en lo concerniente a la razón de ser de una teología que los empujó a apostar por el marginado y desposeído y que recorrió toda la América de norte a sur, dando muestras de madurez política y religiosa como no se había visto antes.

En todos los movimientos de liberación de americana desde El Salvador hasta Nicaragua, desde Chiapas a la Patagonia, los cristianos han estado siempre en primera línea: es así, el evangelio es radical y su ética es de máximos, tómenselo como imperativo categórico, los que están más cerca de la filosofía; por esto es tan difícil seguirlo, por eso es tan amargo a la boca cuando se ve la realidad bajo el análisis de la teología y por este motivo también, el que lo conoce, el que la vive, no le queda otra opción que la de estar con los más débiles. Para que se me entienda bien: estoy con los obispos que a diario se la juegan, con los curas de los barrio miseria que mueren cada día, con los jóvenes que ven una salida más allá de su horizonte de cartón piedra y letreros luminosos... y a los que han confundido su pectoral, su mitra o su estola con un escudo para seguir sosteniendo el poder y no perder privilegios, les diría que vuelvan a leer la inimitable e indeleble línea profética que viene desde hace tres mil años sosteniendo que a los miserables, perseguidos, abusados de todas las maneras posibles y a los desheredados de la tierra, hay que acercarlos al seno, alimentarlos y defenderlos.

Compartir el artículo

stats