Susana Díaz ha anunciado que ver la televisión en las habitaciones de los hospitales públicos andaluces dejará de costar dinero. No sabemos si la medida se extenderá al resto del país. Como hay elecciones pronto, es probable. Será gratis. Es una excelente noticia. No puede uno sin embargo dejar de preguntarse si eso cuenta como medida sanitaria. O como un avance del estado del bienestar. Descartamos que la presidenta tenga la intención de que los enfermos vean más a Jordi Hurtado.

La televisión es nutritiva, decía el estribillo de una canción ochentera. Será indicada entonces para casos de desnutrición. La televisión entretiene y por eso es bueno que en las tediosas y dolorosas horas de hospital haya un método de evasión gratis. Seguro que más de un enfermo también llama menos a los enfermeros y enfermeras. Eso que ganan en tranquilidad. Hay enfermos muy pejigueras. Puede que se acabe un poco con las animadísimas tertulias de habitación. Por desgracia tengo experiencia en hospitales, habitación de tres, familiares que acompañamos a los enfermos, en total siete, nueve, once personas en el habitáculo y que si los tomates como vienen este año, no veas y que si Rajoy esto y que si no veas el Cristiano Ronaldo y que si has probado los milhojas de mi barrio, que no te enteras.

Seamos serios: no sabemos cómo esta medida no ha llegado antes. Sobre todo por esos enfermos solos y tristes y con pocos medios económicos. O con muchos, pero sin nadie que les baje a la dichosa maquinita que da los dichosos manditos a distancias que a lo mejor no van. Y ten dinero suelto. Y acuérdate de echar no vaya a ser que en la secuencia final de Tiburón 14 se apague el aparato y te priven de ver cómo la fiera se merienda a un incauto y sin embargo fornido bañista de rubia melenita a la moda, que resultaba ser el novio ideal de la protagonista, una chica californiana aficionada a llevar gorras de béisbol, cuyo padre, siempre con camisas a cuadros, pasa por ser un experto en tiburones que de tan experto que es tiene a media California acojonada cada vez que asoma una sardina por una ola.

El peligro es que estés ingresado por algo leve y veas el Sálvame y te dé una embolia. O que, siendo una persona tranquila, te dispongas a ver una serie en Antena 3 y te dé un ataque de ansiedad al comprobar cómo una pausa publicitaria dura lo que se tarda en hacer un doctorado en Químicas.

La televisión pasa a ser una rama de la medicina. En efecto, el galeno hará bien en recetar que se apague o encienda la tele, que se prohíba o no tal programa. Tras un infarto, poca final de la Champions, pocos anuncios a la caída de la tarde (y venga chocolate) si tienes obesidad rampante. ¿Verá alguien en un hospital la serie Hospital? ¿y la serie Urgencias? Urge crear bibliotecas en los hospitales. La tele come aún más terreno al libro, si bien ya hoy día tanto la tele como los libros tradicionales han perdido mucho frente a las tablets, los portátiles y sobre todo los teléfonos. Wifi. El wifi gratis y potentorro sí sería una grandísima medida. También la contratación de más personal, la adecentación y mejora de los tiempos en las urgencias y la construcción de más hospitales. Pero esas son otras películas. Que esperemos que se emitan también próximamente. Aunque no serán gratis.