Se apagó la voz femenina del soul. La más grande, sin duda. El 16 de agosto queda para la historia como fin de ciclo y reinado. Y el destino cruel y caprichoso ha querido que la cantante marchara el mismo día que el blues perdió a Robert Johnson (1948) y el rock a Elvis Presley (1977). Fue Aretha Franklin la reina de un género elástico y universal, la primera dama que encontró su espacio, y con paciencia supo jugar las cartas en unos años que cambiarán el curso de la historia, en lo social, en lo político y en lo cultural. Y es que vivir en la década de los años 60 del pasado siglo en Estados Unidos, ser afroamericano y aspirar a ser cantante, o al menos tener nombre propio entre tanta efervescencia creativa, era cosa fina, cuando no una empresa no exenta de riesgo.

No fue Aretha una artista de la escudería Tamla-Motown, la disquera de Detroit, ni tampoco de Stax, la compañia con sede en su Memphis natal. La cantante no quiso fichar por la Motown. Rechazó la oferta en favor de Columbia, sello que le reportaría una decena de discos. En Columbia dio cuenta de su versatilidad. Las raíces gospel ayudaban a tratar el blues, be bop, estandar de jazz,... Su voz ya era grandiosa, casi superlativa, pero su producción entre 1960 y 1965 afloraba maneras que no terminaban de dibujar una hoja de ruta que encontraría cuando Atlantic le echó el ojo.

El título de reina vendría casi parejo al de Lady Soul, título de su tercera entrega para Atlantic, que explosionaba en 1968. La mano del productor Jerry Wexler le había alumbrado el destino. Ella comprendió que más allá de etiquetas y modismos, el soul que destilaba era su propio estilo. Así se lo inculcaron, y así imprimió carácter y sello a un repertorio de leyenda. Su vida artística crecía con voluntad de eclipsar a las grandes voces de mujer que habían hecho historia en la música negra antes que ella. Si con Respect alzó la voz y se convirtió en seña del cambio social de la época, con Lady Soul creció aún más gracias a otros himnos como Chain of Fools, de Don Conway; o (You Make me Feel Like) A Natural Woman.

La autora de Think fue sobre todo la reina de un género del que se sirvió, en sus mejores años, para hacer buena esa máxima que no siempre se cumple, de que los artistas tienen una responsabilidad con la sociedad y el tiempo que les toca vivir. Lo mismo que hicieron Billie Holiday y Nina Simone desde sus trincheras. Con la marcha de Franklin se pierde a la última gran estrella viva de una época irrepetible en la historia de la música. Cogió el tren demasiado pronto, a los 76. Y es que ante artistas de esta dimensión y leyenda, uno tiene la errónea percepción de que son inmortales.