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In memoriam | Despedida a un referente empresarial y de la sociedad civil

Te echaremos de menos

Se cumple hoy una semana desde que Sergio Alonso nos dejó, dos desde que lo vi por última vez. Hace dos domingos, como tantas veces a lo largo de años, hablamos largamente. Vernos y charlar se convirtió con el tiempo en práctica habitual. Extraordinario conversador, fundamentalmente le gustaba escuchar; cuando hablaba su constante era la sensatez. Aunque no fuese políticamente correcto, siempre decía lo que pensaba. "¡Por eso nunca seré político!", decía a menudo con esa sonrisa y tono socarrón que en ocasiones te brindaba. Cuando llegaban las discrepancias siempre las planteaba con tanto respeto como convicción. Aquel día hablamos, también, largo y tendido; con Sergio los temas surgían con fluidez, de uno a otro: Canarias, familia, economía, política, empresa, Inglaterra, educación, España, vuelta a la educación, de nuevo Canarias, regreso a la familia... siempre la familia.

Al llegar a su casa me obsequió con uno de los ensayos del año, Factfulness (Hans Rosling, UK 2018). "Por contra a lo que se nos informa a diario", me dijo, "Rosling sostiene con datos en la mano que el mundo está mejor de lo que a diario se nos dice". A Sergio le gustaba hablar con fundamento, con hechos, con datos; sabía discernir el grano de la paja; no se dejaba impresionar por ningún tipo de sensacionalismo. Siempre fue respetuoso con las instituciones, pero jamás se dejó amedrentar, era persona independiente.

Empresario ejemplar e innovador convencido, Sergio Alonso repetía que el elemento más importante de cualquier empresa era su talento, su capital humano; así lo pensaba y practicaba. Véanse los testimonios de su equipo humano para comprobar el respeto, ad- miración y afecto que le profesaban. "Se fue un señor" han dicho de manera unánime quienes tuvieron la fortuna de conocerlo y trabajar con él.

La educación le preocupaba casi hasta la obsesión; "parte importante de los problemas y debilidades de la sociedad vienen por las deficiencias en el sistema educativo", afirmaba a menudo. La solución, insistía, debía llegar por el mismo lado. Aquel domingo, hoy hace dos, volvimos a abordar su tema favorito. Evelyn, su hija, nos ilustraba con su visión desde su experiencia personal como profesora de Universidad.

Firme defensor de los valores de la Ilustración, Sergio Alonso no necesitaba adornarse de barniz intelectual para proclamar sin complejos las bondades de la razón, del humanismo y la ciencia. Valoraba el papel de unas instituciones fuertes y de una administración pública eficaz y eficiente. Y, liberal por convicción y vocación, renegaba al propio tiempo de la burocracia paralizante y de las decisiones arbitrarias.

Convirtió una pequeña empresa familiar en uno de los grupos empresariales referentes de Canarias, con actividad en el Archipiélago, en el resto de España, en Europa, Latinoamérica y en África. Lo hizo sin recibir subvención de tipo alguno y denunciando el mal uso que muchas veces se hacía de ellas. Siempre renegó de las ayudas públicas "compradoras de voluntades" diferenciándolas con nitidez de las medidas de impulso a la inversión entre las cuales incluía los incentivos fiscales.

Amigo leal, siempre estaba -y estuvo- sobre todo en los momentos difíciles; sus amigos lo sabemos bien. Practicaba la amistad serena, sin aspavientos, tal como fue su propia vida, sin estridencia de tipo alguno, sin necesidad de explicitar lo que para el significaba la amistad, no lo precisaba; simplemente lo demostraba con su actitud y con los hechos.

Pero si algún proyecto vital debo resaltar en Sergio, por encima incluso del crecimiento, expansión e internacionalización del Grupo Domingo Alonso, diría sin dudarlo que fue la familia que, junto a Cecile , su esposa, constituyeron a finales de los años cincuenta cuando se conocieron en Inglaterra. Tengo para mí que, con su singular discreción, inteligencia y serenidad, Cecile fue el más importante apoyo que Sergio tuvo a lo largo de su vida. Pienso que su éxito personal, profesional , empresarial -y desde luego su familiar- no se pueden entender sin el permanente estímulo y aliento de Cecile. Quienes conocemos a sus hijos Claudio y Oliver, a su hija Evelyn y a sus nietos, sabemos bien que su familia fue su mayor triunfo. Es normal que hoy y por mucho tiempo, ellos sientan la inmensidad de un vacío imposible de llenar. Comprensible es por tanto que ya le estén echando en falta. Tus amigos también, querido Sergio, te echaremos de menos.

José Manuel Soria. Exministro de Industria y Turismo.

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