La música y el viajar vuelven loca a la gente, según se deduce de un estudio llevado a cabo por mí mismo, y con mis propios medios, a lo largo de los últimos meses. Tal es lo que responde la mayoría de los entrevistados en la prensa. Y ello con independencia de que sean futbolistas, políticos, cocineros o actores de televisión.

-¿Cuáles son sus gustos?

-La música y viajar.

A mí, cuando me preguntan por la palabra más bella de nuestro idioma digo que antiflogístico. No es la más bella, pero queda bien porque parece una cosa relacionada con el alma, y no con los prospectos farmacéuticos. Quiero decir que se trata de una respuesta socorrida, como la de la música y viajar. Y cuando me preguntan por mi autor de cabecera digo que Kafka porque es lo que el entrevistado espera que diga. Significa que cada interrogación arrastra una contestación del mismo modo que cada sustantivo arrastra un adjetivo. Y cada gesto, por cierto, un contragesto: los 116 emigrantes devueltos en caliente a Marruecos compensaron los 600 acogidos del Aquarius.

Música y viajar, decíamos. Dos asuntos que no comprometen a nada. Si usted responde, no sé, que lo que más le gusta del mundo son los escarabajos y el prerrománico, le romperá el discurso al entrevistador. Colocará un obstáculo en su camino. Posiblemente, si es sincero, le diga que aquí hemos venido a cubrir el expediente y no a hacernos los interesantes.

-¿Por qué no responde usted que la música y viajar, como todo el mundo?

Hay entrevistadores que no paran hasta escuchar lo que esperan escuchar. Yo no soy hipocondríaco, pero he adquirido misteriosamente esa fama, de modo que para no decepcionar a nadie he de mostrarme muy preocupado por el cuerpo.

-Ahora -suelo decir- estoy probando unas pastillas nuevas para la psoriasis.

-Pero usted no tiene psoriasis.

-Por si acaso.

Música y viajar, en fin: he ahí una lección de diplomacia.