La Provincia - Diario de Las Palmas

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punto de vista

Políticos y formación

Decíamos ayer, o sea, la semana pasada, que la cosecha actual de políticos españoles no es precisamente un dechado de virtudes. El pasado martes, la ministra de Sanidad, la valenciana Carmen Montón, tuvo que dimitir después de que se conocieran numerosas irregularidades en un máster que realizó en 2011, incluida la copia de párrafos enteros de otros autores en su trabajo de final de curso. Hace unos meses tuvo que seguir el mismo camino la expresidenta de Madrid, Cristina Cifuentes. Ahora el foco está puesto en el nuevo líder del PP, Pablo Casado, cuyo caso se encuentra investigado por la Justicia. Y veremos qué pasa con la tesis doctoral del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Que lance la primera piedra el que nunca haya copiado en un examen. Ahora bien, no es lo mismo hacer trampas en el bachillerato, donde se cruzan muchas materias y muchas de ellas no son del interés del alumno ni van a aprovecharle en su futuro profesional, que en un programa formativo voluntario donde se supone que el demandante quiere profundizar en ciertos conocimientos. No es cuestión de hacer ahora psicología barata para tratar de adivinar qué ha llevado a estos políticos a aparentar que estaban más formados de lo era en realidad. Sinceramente, no creo que ese plus de conocimiento a la postre falso tuviera como objetivo mejorar sus posibilidades de trepar en la vida política. No parece que a los aparatos de los partidos, que son la verdadera escalera de ascenso, les interese demasiado cuestiones del cariz de la formación. Están a otra cosa y buena prueba de ello es que los correligionarios en falta proliferen. Y veremos hasta dónde y cuántos. A uno que añora los años de la universidad y que volvería con gusto a cursar alguna carrera de su agrado por el simple hecho de saber más, sin más finalidad, le cuesta entender qué tienen ciertos políticos en la cabeza. Desde luego, poca curiosidad, mucha arrogancia y una concepción tribal de la impunidad.

Corrupción

Sin embargo, lo que estos casos han puesto sobre la mesa es que la corrupción en la sociedad española no es una lacra circunscrita a los ámbitos político y empresarial, el uno necesitado del otro para prosperar. También la sacrosanta universidad -el templo de la inteligencia, que decía Unamuno- ha acabado mancillada por las sucias monedas. La ilimitada codicia humana. Si a tantos pequeños empresarios e industriales honestos les debería indignar los trapicheos que algunos de los suyos se han traído durante años con ciertos políticos -del PP valenciano, en su mayoría- y a resultas de los cuales les han birlado contratos a los que en buena lid podrían haber accedido, el escándalo de la Universidad Rey Juan Carlos -haciendo honor a uno de los hechos característicos de la última parte del reinado del monarca emérito, es decir, la corrupción casi generalizada- es un demérito para quienes han obtenido limpiamente sus titulaciones en ese centro y ha sembrado una razonable duda sobre la limpieza de los másteres que imparten todos los centros del país, donde tantos jóvenes -y no tan jóvenes- han invertido sus ahorros para tratar de mejorar su currículum y lograr un futuro laboral más acorde con sus deseos. ¿Quién va a sacar pecho ahora porque tiene un máster en business administration? Pensando en estas cosas he recordado cómo los agentes sociales valencianos, singularmente la antigua patronal provincial CEV y el sindicato UGT, protagonizaron en los años noventa del siglo pasado sonoros casos de irregularidades en los cursos de formación que impartían en sus instalaciones para, supuestamente, mejorar la capacidad de los trabajadores. Como luego se demostró, aquellos cursos fueron utilizados como una vía para la financiación de ambas organizaciones. Era lo prioritario, aunque luego sus dirigentes se llenaran la boca de formación, formación y formación. Puedo entender que alguien se arriesgue al oprobio público e incluso la cárcel por hacerse ilegalmente con algún milloncejo que le mejore la vida, pero me parece literalmente estúpido que gentes con carreras universitarias crucen esa línea ética para fardar de que tienen un MBA, de que han conseguido esos conocimientos, aunque su cabeza siga igual de llena (o vacía) que antes del título.

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