La Provincia - Diario de Las Palmas

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Aquí la tierra

Identidades en tránsito

Dos pintadas contiguas en la calle Vergara dicen "Moros rumanos" y "Tourist go home"

Dos pintadas contiguas en un muro de la calle Vergara, en el barrio de Guanarteme, realizadas con colores y grafías distintos, rezan respectivamente "Moros rumanos" y "Tourist go home". La mayoría de los rumanos y una parte considerable de los árabes -los "moros", de una de las pintadas- han inmigrado a Las Palmas por razones económicas. Es verdad que hay árabes, mauritanos sobre todo, y quizá también rumanos, entre los turistas que visitan la ciudad, pero casi todos los turistas que recalan en ella son ingleses, alemanes y escandinavos. Lo que resulta significativo de la contigüidad de ambas pintadas es que si una, "Moros, rumanos" -cabe colegir que despectiva por el calificativo de "moros"-, responde a la xenofobia patente sobre todo en una parte de la derecha política y social, la otra "Tourist go home", obedece a la xenofobia, en este caso también conocida como turismofobia, que destila principalmente un segmento de la izquierda social y política.

Como miembros de la Comunidad Europea con derecho a libre circulación por la misma, todos los ciudadanos rumanos se encuentran en Las Palmas en situación regular.

El caso de los árabes es distinto, y pueden haber entrado a esta parte del territorio español con arreglo a la ley o no, pero, sea como fuere, unos y otros merecen ser tratados con dignidad y, cuando lo precisen, con la solidaridad que se debe a sí mismo todo el género humano. Si el reportero no se refiere a estos como inmigrantes es porque ésta es una condición transitoria, que refiere al proceso de desplazamiento de otro lugar. Pero, en puridad, cuando alguien lleva tiempo viviendo en un lugar, pongamos que un árabe o un rumano en Las Palmas, ya no es un inmigrante porque ya ha dejado de inmigrar.

Respecto a los turistas, llama la atención como cierta izquierda confunde a unos individuos, los propios turistas, y a una conquista de la propia izquierda, el derecho de las clases trabajadoras a un mes de vacaciones pagadas, con los estragos que puede provocar la industria turística en forma de gentrificación y otras patologías urbanísticas, patrimoniales, medioambientales económicas, laborales, etcétera? que pueden ser objeto de rechazo, por parte de los propios turistas. En cualquier caso de estas plagas, en puridad, no tienen culpa los turistas, que aprovechan las ventajosas condiciones de la industria de viaje para conocer otros lugares que a veces quedan desfigurados por su éxito turístico -Venecia es un caso paradigmático-, y otras no solo reciben beneficios económicos sino también obtienen oxigenación en el plano de las costumbres, como le ocurrió a Las Palmas de los sesenta con el turismo nórdico que disipó en buena medida la grisura del nacionalcatolicismo.

Turistas e inmigrantes, identidades en tránsito, emblemas del nuevo orden mundial de movilidad que define al mundo contemporáneo. Ciertamente son necesarias medidas de integración y de control sobre los flujos humanos, tanto de inmigrantes como de turistas -que también son inmigrantes-, entre otras razones, para que los nativos no se sientan inmigrantes o turistas en su propio lugar. Pero una ciudad es un espacio de fluctuaciones constantes, un sistema abierto que se alimenta de lo que viene del exterior y si no fenece. Inquietante pues la vecindad de ambas pintadas en el muro de la calle Vergara, pues si el autor de una ignora que, antes o después, en su árbol genealógico tiene a inmigrantes que arribaron a Canarias -con altas probabilidades de que alguno de ellos sea un "moro"-, el otro o ha sido turista y es un cínico que rechaza que los demás puedan también serlo o es un cateto que no ha salido nunca de la ciudad y necesita urgentemente hacer turismo.

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