Uno siempre está solo, pero a veces está más solo, escribió la poeta Idea Vilariño. Sobran motivos para la desdicha. Sin embargo, la infelicidad, y con ella la tristeza, está hoy desacreditada. Se empeñan en vendernos la idea de la felicidad como principal objetivo en la vida. Nos bombardean a diario con recetas para ser felices. Con un planteamiento así se le da la espalda al dolor, un ingrediente insoslayable de la condición humana y una fuente de verdades. Se sitúa, además, la felicidad al alcance de la mano. Pero qué cosa se obtiene cuando se es feliz es lo que desea averiguar la niña que protagoniza una novela de Clarice Lispector.

La niña está en clase de lengua y, aparte de preguntarle a su profesora qué cosa se consigue cuando se es feliz, quiere saber qué pasa después de que se es feliz. ¿Qué ocurre después? insiste, ansiosa por conocer una respuesta. Puedo imaginarme la cara de sorpresa que pone la profesora en el momento en que su alumna formula mejor su acuciante consulta y pregunta a gritos para qué se es feliz. La sugerente escena del libro no solo cuestiona, o eso me parece a mí, el vacuo término felicidad, sino también discute la consideración de esta como objetivo.

La escritora Natalia Ginzburg, vuelvo a recordar ahora, no tuvo reparos en darle la razón a la gente que la creía infeliz. Más cierto para ella era, sin embargo, que no pretendía ser menos infeliz escribiendo. Procuraba, por el contrario, escribir a pesar de su infelicidad. Ni la escritura era su terapia, ni ella escribía para consolarse. Intentaba escribir, dijo, sin dejar que su infelicidad enturbiara e hiciera enfermar las cosas que escribía. Aunque "para llegar a ese punto", matizó, "es necesario que la infelicidad no sea en nosotros una pregunta lacrimosa y llena de ansiedad, sino una conciencia absoluta, inexorable y mortal". Son palabras que podría haber escuchado la niña del libro de Clarice Lispector si la profesora no le hubiese ocultado que también los patos pueden ser muy felices en su sucio charco cuando no conocen el mar.