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Opinión

Y después con máscara

Casado sólo disimulaba cuando, tras salir victorioso del congreso del PP, recibió en Génova a Rajoy y a Hernández Mancha. Lo intuíamos, pero ahora lo sabemos con certeza. Esas dos entrevistas fueron pura coartada y señuelo; la que contaba era la primera: el 'daimón' (intermediario entre los mortales y los dioses) era Aznar. Pero los dioses que le dictan a Casado sus asertos, vía Aznar o soplándole en la oreja, ya no moran en el Olimpo; ha tiempo que pisaron el asfalto y se enfangan a placer en las redes sociales, que es donde el joven líder del PP se inspira y toma aliento para expeler sus denuestos. Hay quien tiene el agente provocador inscrito desde niño, como Rufián, y no se inventa el vacilón para desembarcar en el Congreso. Pero a Casado se le nota que trabaja un poco a disgusto y preferiría ejercer de centroderechista abulense. Si fueran otros tiempos?

Pero la política? ah, la política? qué exigente es. Con buenas formas parlamentarias y oratoria, aunque sea de tribuno de la plebe, ya no se cosechan votos. Y el formato de tertulia rosa o futbolera aplicado a la política ya no es ariete bastante protuberante. Lo nuevo es el insulto, la descalificación gruesa, el rechazo del discurso del contrario porque, ¡coño!, es del contrario. El mitin, pues, y las redes sociales. Como Bolsonaro, como Salvini, como Trump. Que lo vieron antes.

Si eres cualquiera de esos tres, o Casado mismamente, tienes miles o millones de seguidores que te aplauden. Tú eres tú y los que te siguen, y los demás, los que no lo hacen, no cuentan. El reto está en arrastrar a todo un país hacia ese punto. Entonces la grey tapona la disidencia y aborta el debate.

Eso, si todo te viene de cara, es decir, si no tienes competidores. Pero Casado los tiene. Y tiene mucha prisa por arreglar la casa propia y captar votos en las ajenas. Que están más a la derecha que la suya. Y una, encima, bien ponderada por su "daimón". Alabada, incluso. ¿Qué hacer? Nada: llamar "golpista" al presidente del Gobierno, acusarlo de dirigir el Ejecutivo "más sucio de la democracia". Y de ahí para arriba, mientras haya aire que respirar. Después, con máscara.

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