La sentencia del Tribunal Supremo sobre los gastos de las hipotecas es un autentico escándalo que una vez más nos hace dudar de la independencia de la justicia frente a los poderes económicos. Cuando la decisión de unos jueces, que deben ser imparciales, están supeditados al poder económico muy poco valor tiene esa justicia que quienes deben impartirla han de ser justos e imparciales.

El cambio de decisión de una sentencia por las presiones bancarias pone en entredicho el valor de la justicia en este país. Y un país sin justicia es un país sin valores.

Frente a esto ¿qué debemos hacer los ciudadanos?, quedarnos de brazos cruzados sin más, o ejercer todo tipo de presión para que esos malhechores de toga negra que se venden al mejor impostor salgan de un Tribunal que debe ser imparcial y por encima de todo justo.

Como decía Abrahán Lincoln. "La probabilidad de perder en la lucha, no debe disuadirnos de apoyar una causa que creemos que es justa". Y ahí, es donde debemos estar todos. No puede uno callarse ante tan grande tropelía, no debe uno permanecer sentado en su casa viendo en la TV o escuchando en la radio como cuatro mangantes se ríen de nosotros sin ningún tipo de escrúpulo. Como esos señores de toga con coche y chofer oficial, pagados por todos, se pasean ante nosotros y encima debemos brindarles pleitesía.

¿Como puede cambiarse una sentencia de forma tan descarada y vergonzosa? ¿Creen esos señores que es la mejor forma de dar ejemplo en un país tan proclive a los escándalos sobre todo políticos? ¿Va uno a confiar ahora en un poder judicial que mientras los ladrones de guante blancos salen de rositas en una sentencia se condena a un joven por robar un bocadillo?

Nos dicen una y mil veces, cuando tenemos un litigio, que confiemos en los jueces y en la justicia. Pero podemos confiar en esta justicia que sus máximos representantes cambian de opinión en dos ocasiones sin ni siquiera sonrojarse. Por suerte también hay en la justicia quienes saben ser independientes y a ellos también le pedimos que denuncien y se avergüencen públicamente de sentencias como esta.

Ahora nos toca a nosotros , los ciudadanos, saber hasta dónde permitimos que nos tomen el pelo, en eso las organizaciones políticas, sindicales, sociales, ciudadanas etc., defensoras de los derechos de las personas de a pie, que no son todas, se pongan de acuerdo y hagan un frente común para responder de la forma más contundente ante ello.

Cuando la justicia en un país falla, quiere decir que todo falla, porque en eso debemos ser tajante. Como decía Víctor Hugo: "Si tenéis la fuerza, nos queda el derecho"