Quiero adivinar que en este domingo otoñal, cuando acabamos de despedir a Francisco Tarajano, las miradas, las palabras, los sentimientos y los quereres de muchas gentes de la Isla están centradas en este hombre referente de nuestra cultura popular.

Y es que cuando muere un poeta, junto al vacío y tristeza de su desaparición física, nos queda para siempre el consuelo de la fijación de su palabra en su obra creativa. En el caso de Tarajano, su voz queda multiplicada en tres vertientes a las que nos acercamos en estas notas que alinean su biografía existencial: el profesor, el poeta y el cronista. En esta trayectoria, encontramos como denominador común su contribución al rescate del acervo cultural de Canarias además de la creación de una fecunda obra poética de carácter popular.

Como profesor de Lengua Castellana y Literatura, Tarajano dejó una huella muy personal en muchas generaciones de alumnos y alumnas de bachillerato. Todo ello venía precedido de su estancia durante dieciséis años en Venezuela donde en el ámbito docente elaboró siete manuales didácticos sobre la materia. De vuelta a nuestra Isla, ejerció en los institutos Isabel de España y Pérez Galdós, además de participar en un seminario permanente en el que colaboró en la elaboración de un práctico Cuaderno de sintaxis (1980). Más allá de los ortodoxos currículos académicos, fue un profesor que a través de la poesía abrió la conciencia hacia otra Canarias desconocida por el alumnado. La poesía de Tarajano ofrece dos componentes: lo épico y lo social. En nuestro instituto solía organizar reuniones poéticas y certámenes que fácilmente calaron entre sus alumnos y abría las puertas a un léxico popular, entreverado entre términos cultos de nuestro idioma.

Como poeta, sus versos, en forma arromanzada, estuvieron presentes en escenarios esparcidos por casi todos los pueblos de la Isla.

Con ocasión de un homenaje que le tributamos en el Club La Provincia, con motivo de su 92º cumpleaños, transcribimos el testimonio de Juan Sebastián López, cronista oficial de Gáldar: "Con tu empeño, la poesía se hizo arma poderosa, de transmisión de ideas, forjadora de sueños y de cambios. Tu poesía ilusionadora fue camino de recuperar miradas al pasado, búsqueda en los anales profundos de lo canario, y en la sabiduría popular. Tu poesía fue una nueva senda de letras que caminaban a la libertad plena".

Y la cronista de Tejeda, Fina Suárez, nos trasladó esta opinión: "Un hombre que aunque nace bañado con los aires de la costa es más de tierra adentro. Apegado a la defensa de sus gentes, sus oficios y sus terruños. De energía inquebrantable al paso de los años, almacenador de saberes canarios. Bisoño de fronteras y linderos en busca de la independencia que es su bandera".

A lo largo de su obra saboreamos palabras como Tinamar, ajijidos, aguijadas, marañuela, mato blanco, aparcero, labrador, frangollo, ñames, millo tostado, truchas? y tantas otras incrustadas en textos de cálida canariedad. En junio de 1989, el Instituto Pérez Galdós le tributa un homenaje de despedida como profesor y secretario del Centro. Una rigurosa ley le obliga a su jubilación a los 65 años, cuando todavía Francisco Tarajano se encontraba enérgico y eficaz en la enseñanza. Nuestro compañero no pudo ocultar su emoción ante el agradecimiento colectivo por su labor pedagógica. Begoña Covarrubias, alumna de COU, dijo lo siguiente: "En verdad eres profeta, millo tostado por el sol.

Arraigado a tu tierra. Comprometido con tu gente. Recolectado entre muchos y trillado entre tantos, sobresales por tu esencia, que, año tras año, has ido impregnando a cada alumno, dejando secuelas imborrables en su ser. En mi reflexión veo que te pierdo. Pronto transcurre la clase. Tu última clase. Con felicidad has agotado tus definitivos sesenta minutos; pero sabes que la pronta ida de una clase representa lo duradero. El que vivirás eternamente en el recuerdo de cada uno de tus muchos alumnos, de las muchas alumnas". Y ya en el pasillo, Tarajano, muy emocionado, me revela: "Vivir con gratitud en el recuerdo de mis alumnas y alumnos es mi mayor gloria y alegría".

Como cronista oficial, Tarajano no se llegó a integrar en la Junta de Cronistas Oficiales de Canarias, según me confesó "porque ya me encuentro viejo para estar de aquí para allá?". No obstante, indagó en los archivos de Agüimes, su municipio, lo que le llevó a la publicación de algunas obras que son un asistemático y espontáneo acarreo de materiales que podrá ser de utilidad para un posterior tratamiento historiográfico. Ahora, cuando decimos el adiós definitivo a Tarajano, el cronista y amigo que suscribe, asomado al balcón del paisaje abrupto de las cumbres de Artenara, cierra su ofrenda itinerante con esta sintética conclusión: Tarajano es el canario que vive apegado a la tierra, sin renunciar a las señas de la identidad esencial. Es el profesor cálido en su palabra comprometida y en la mejora de la formación de los jóvenes estudiantes.

Es el poeta de lo inmediato, de la realidad canaria, del sentimiento de una madre, de la mirada crítica sobre el mundo avasallado por lo genérico del consumo artificioso. Es el hombre del inmarchitable compromiso político en defensa de la libertad. En definitiva, un humanista de privilegio, que ha honrado a nuestra cultura con su creación, su palabra y su presencia vital.

José A. Luján. Secretario de la Junta de Cronistas Oficiales de Canarias