A finales de los 60, en los tomitos de Ediciones Vértice -blanco y negro, viñetas descolocadas y dibujos retocados por un dibujante a años luz de la calidad de Jack Kirby, Steve Ditko, Gene Colan- salía un misterioso "Stan Lee presenta". El nombre tenía una sonoridad tan chula como la de Reed Richards, Bruce Banner, Peter Parker.

Stan The Man Lee fue un dios que creó un universo de personajes con nombres en inglés que vivían en el Nueva York actual y tenían preocupaciones humanas y unos poderes increíbles. Con trajes estrambóticos, músculos inflamados y posturas molonas combatían en los bajos fondos, en los altos rascacielos y en el espacio profundo. ¡Qué modernos eran!

Llegó casi niño a la primera hora de los superhéroes, pero su gran oportunidad esperó a los 40 años, cuando creó Los 4 Fantásticos, The incredible Hulk, The amazing Spiderman... Los adjetivos forman parte de su ampuloso y descarado sentido comercial de la ficción, de vender sus héroes como a sí mismo. Lee refrescó la industria de los tebeos en la segunda mitad del siglo XX con los superhéroes que atiborran el cine y la televisión del XXI.

Sobrevivió a toda su generación y fue el más rico de ella. Ese es el agujero negro de su vida: el rencor hasta la muerte de los que dieron la apariencia a esos iconos del pop vestidos de licra y desarrollaron historias que él sugería, dialogaba y vendía como nadie. Su nombre quedó como sello en los tebeos pero hace décadas que fue a Hollywood a esperar, casi con 80 años, hasta que se lograron los efectos especiales que dieron aspecto creíble a sus increíbles fantasías.