Los compañeros de El Independiente han informado y confirmado que Pablo Iglesias convocó las primarias exprés de Podemos el pasado viernes sin comunicar previamente al Consejo Ciudadano Estatal, el máximo órgano entre congresos, que fue convocado casi una semana antes, y sin que en su orden del día figurara la propuesta del secretario general. Estaba más que mediada la reunión del Consejo Ciudadano -algunos de los dirigentes se habían marchado ya incluso- cuando Iglesias planteó la aprobación urgente de la convocatoria de primarias. Lo hizo, además, sin explicitar previamente el sistema electoral que se emplearía, a fin de reducir aún más cualquier posibilidad de debate: una lista electoral al Congreso y otra al Senado con circunscripción estatal que además viene con un orden santificado por el propio Iglesias y su núcleo duro (el elector puede modificarlo, eso sí, si cuenta con suficiente interés, paciencia y tiempo).

Iglesias, en definitiva, sigue injertando en el partido, sin que le tiemblen el pulso o la coleta, los principios de un centralismo democrático edulcorado y paternal, al que tan ajeno resultaba inicialmente el proyecto de Podemos. Todo por los empoderados, pero sin los empoderados. En Vistalegre II Íñigo Errejón lamentó semejante sistema electoral en las primarias, que en su día estuvo justificado "porque era necesario construir una maquinaria de guerra electoral", pero que ahora debería abandonarse ya que, según su gárrula cabeza, Podemos debería pasar de ser un dispositivo electoral "a un movimiento social". No existe ningún puñetero movimiento social vinculado a estrategias políticas de Podemos, aunque sí manifestaciones y experiencias ciudadanas (las protestas de los jubilados, las manifas y denuncias del movimiento feminista) que Podemos ha intentado vampirizar sin demasiados resultados. Toda esa incesante palabrería sobre el partido como instrumento participativo de un movimiento social basado en el empoderamiento de los ciudadanos no ha sido más que cháchara fugaz digna de los baretos de Heraclio Sánchez, donde subrayábamos La ideología alemana, leíamos al enchironado Toni Negri y fotocopiábamos artículos de El Viejo Topo. Una fantasía vocinglera sin apenas correlato con la realidad, como bien saben tanto Iglesias como Errejón y como intuyen -al menos- la mayoría de los dirigentes territoriales y las grandes figuras de la organización en las instituciones públicas.

Si lo que ha hecho Iglesias en el Consejo Ciudadano Estatal lo hubiera practicado un líder en el PSOE o incluso en la Izquierda Unida de anteayer estaría ahora mismo colgado de los pulgares en medio de una aguda crisis organizativa. Pero no pasa nada, como nada pasa en los últimos años en el ciego ojo del huracán de la política española. Porque en el fondo, y en lo que respecta a Podemos, todas las familias, tendencias, grupos y asociados más o menos mareados simplemente están esperando las elecciones en medio de una tensión creciente, un reprimido malestar y una desconfianza irreprimible. Si la alianza de Podemos e Izquierda Unida con las fuerzas territoriales de diversas comunidades autónomas pierde más de media docena de diputados en las próximas generales el invento implosionará y la izquierda, por enésima vez, deberá consolarse con sus buenas intenciones, con lo estupendo que podría haber sido todo, con lo decepcionante que es la realidad, la puñetera realidad, que alguien le abra un expediente de expulsión de una maldita vez y para siempre.