El pasado día 5 de diciembre se presentó en la sede madrileña de la Real Academia Española nuestro Diccionario de toponimia de Canarias: Los guanchismos (Ediciones Idea, 2018), con presencia y participación del presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, y del director de la Academia, Darío Villanueva, o sea, con la máxima representación de las dos instituciones que se conjuntaron para la presentación de este libro, y naturalmente con la presencia y participación de los dos autores, Eladio Santana Martel y quien esto escribe, profesores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. El acto de presentación fue solemne y, a la vez, entrañable, con un salón Rufino José Cuervo donde se celebró abarrotado de un público invitado, y entre los asistentes, varios académicos, el rector de la ULPGC y personas muy relevantes de la cultura española y canaria.

Igualmente los medios de comunicación del Archipiélago se hicieron amplio eco del acto, poniendo de relieve la importancia que tenía para la cultura canaria en general y específicamente para la huella lingüística que de los aborígenes canarios ha quedado en las hablas canarias, sobre todo en la toponimia. Pero en varios periódicos aparece una afirmación, a mí atribuida, que no solo no es cierta, sino que habrá alertado a ciertos lectores sobre mi competencia filológica. Se dice, por ejemplo, que palabras canarias como "jable", "mareta", "malpaís", "chinijo", "tabaiba" y otras "son canarismos de origen prehispánico". Cierto que en mi intervención en la Academia cité expresamente esas palabras, pero nunca dije que "todas ellas" fueran guanches. Ni lo dije, ni pude nunca decirlo, pues iría en contra de lo que defiendo en el Diccionario que presentábamos.

Por ello debo poner desde aquí las cosas en su sitio. Una cosa son los canarismos y otra los guanchismos. No es de extrañar (a mí no me extraña) que un periodista, que no tiene por qué ser filólogo y menos conocer hasta ese extremo las diferencias de procedencia del léxico de las hablas canarias, como supongo fue el periodista (hombre o mujer) que asistió al acto y lo difundió a través de la Agencia Efe, los confunda y los identifique. Al fin, los hablantes usamos las palabras que conocemos por el significante y significado que esas palabras tienen en la actualidad, sin saber ni preocuparnos (ni tenemos por qué) del origen que tuvieron; esto segundo queda para los filólogos.

Cierto, digo, que mencioné esas palabras concretas, pero en contextos distintos. El libro que presentábamos tiene el subtítulo de "guanchismos", pero antes tiene el título principal de Diccionario de topónimos de Canarias; o sea, que creí necesario dejar constancia de la importancia que tiene el léxico de la toponimia en general para las características dialectales de la lengua de cualquier lugar. Y en el caso de Canarias la toponimia tiene una importancia muy singular: los españoles que llegaron a Canarias tras la conquista y empezaron a poblar y cultivar sus tierras se encontraron con una geografía que no existía en la Península, se encontraron con volcanes, con campos enteros cubiertos de lava, con lomos y barrancos impracticables, con pináculos de piedra viva, con una flora totalmente desconocida para ellos, etc., y a esos nuevos accidentes del terreno tuvieron que ponerles nombres, unas veces acomodando las voces castellanas que ellos traían, otras creando nuevos términos, otras aceptando las voces con las que los aborígenes los denominaban. Y así, dije, palabras como "montaña", "jable", "mareta", "malpaís" o "roque" son verdaderos "canarismos" por cuanto tienen o un significante o un significado, o las dos cosas a la vez, propio y característico de las hablas canarias. ¿"Montaña" es un canarismo, me preguntaron los periodistas después de finalizar el acto? Sí, sí lo es, les dije, aunque lo sea solo en el plano del contenido, pues su significado en Canarias se restringe solo a cada uno de los conos volcánicos y no a las grandes elevaciones del terreno, como dice de "montaña" el Diccionario de la Academia. Y el significado en una palabra es tan importante, si no más, que el significante.

Canarismos son esas palabras, sí, pero no guanchismos. Reservamos este término solo para las palabras canarias que tienen una procedencia de la lengua (o lenguas) de los aborígenes canarios, como "chinijo", "tabaiba", "gofio", "goro", "mocán", etc. y los más de 4.000 topónimos que se estudian en nuestro Diccionario y que siguen vivos en la tradición oral de Canarias. Y a estos guanchismos también podemos llamarlos canarismos, por cuanto son exclusivos de Canarias, a la vez que enriquecen y singularizan a las hablas canarias en el conjunto de las modalidades dialectales del español general.

De eso se trataba, de presentar en la sede de la Real Academia Española, la institución más importante de nuestra lengua, la herencia lingüística de los aborígenes canarios, que es, por otra parte, el único testimonio vivo que de ellos nos queda, para ofrecerlo a todos los hispanohablantes, pues, en rigor, los guanchismos son ya tan del español general como lo son las palabras vivas procedentes de las lenguas prerromanas peninsulares o de las lenguas precolombinas de América.