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La tonta desgracia de ser madre a jornada completa

Hay mujeres de todos los pelajes y prioridades vitales. Y gracias al feminismo hoy una mujer puede desempeñar casi cualquier puesto, casi cualquier trabajo, y con esta diversidad de posibilidades encauzar su energía en el plano profesional. Pero hay una cosa que una mujer no puede pretender si quiere mantener su valoración social. Hay una cosa proscrita por esta sociedad, y es que una mujer formada y con posibilidades profesionales pretenda criar a sus hijos a tiempo completo.

Convivimos con una poderosísima corriente de opinión que presupone que si una mujer quiere permanecer entre culos entafarrados y requerimientos interminables es porque no ha tenido otra opción en la vida. Porque o es poco inteligente, o está sometida. Para muchas y muchos, como para el poder económico y político, la maternidad en exclusiva es cosa de mujeres marginales y sin cultura. Y no faltan los líderes de opinión que, desde el Congreso hasta el interior de nuestras familias, inician una cruzada para salvar a las mujeres de la condena de criar.

Pero ¿y si los motivos de la mutilación de los horizontes personales de incontables generaciones de mujeres no tuvieran que ver con la crianza exactamente? Hemos olvidado que si criar niños nos ha colocado en desventaja frente a los hombres es porque criar, en lugar de ser un trabajo reconocido y valorado, es un sambenito indeseable. Identificamos crianza con sometimiento porque estamos hundidas en el Patriarcado y este sistema social desprecia la vulnerabilidad (la que encarnan una mujer parida y su bebé) y la domina. Por eso, la crianza, y con ella la mujer, ha sido durante milenios menospreciada, invisibilizada y regida por la ley del sometimiento.

Si abordamos el tema desde fuera de la lógica del Patriarcado, surge la pregunta ¿y si la crianza no estuviera condicionada por sí misma a ser lo que nos han contado?, ¿se puede criar sin estar en cautividad? Seguro que no va a ser una tarea fácil en una sociedad radicalmente individualista, donde los grupos humanos basados en la ayuda mutua son cosas del pasado. Pero optar por dedicar un tiempo de la vida a la crianza tampoco tiene por qué suponer una castración de quien se queda junto a la criatura. Hoy muchas mujeres nos reinventamos y reinventamos nuestra maternidad buscando (y a ratos encontrando) una mayor conciencia de nosotras mismas y de nuestros hijos.

Otra crianza es posible, una tercera vía que supere la dualidad entre quedarse en casa llorando por los horizontes perdidos y quedarse en el tajo llorando por el bebé ausente. Existe una forma de acompañar y estar disponibles para los pequeños que no implique nuestra desaparición como sujetos deseantes. Pero ¿qué digo, una forma? Mil formas existen de ejercer activamente la maternidad que en lugar de asfixiar nuestros anhelos puedan incluso avivarlos y ponernos en contacto con intereses y fortalezas que desconocíamos en nosotras mismas. Porque acompañando comprometidamente a la vida que nace y se precipita y corre podemos aprender a zambullirnos en ella, a disolvernos en ella y a emerger de nuevo brillantes, chorreantes de fuerzas y deseos olvidados mucho tiempo atrás.

El caso es que, si bien somos muchas las madres que nos lanzamos a la travesía en busca de una maternidad y una vida más auténtica, más alineada con las necesidades originales del ser humano, nada de esto existe en las esferas del poder. De hecho, el poder político de este país está tan alejado de las maternidades que considera que ante uno de los permisos remunerados de maternidad más cortos de Europa es prioritario dar más tiempo y dinero ¡a los hombres! para ejercer la paternidad. No solo está en trámite otorgarles un permiso de paternidad de igual duración al de la madre sin que ellos hayan pasado por el comprometidísimo proceso físico y emocional que supone la gestación, el parto y el puerperio. La clave del asunto está en que este permiso paterno sea intransferible, es decir: los padres recientes no podrán, aunque quieran, transferir a la madre puérpera este permiso para que las mujeres que lo deseen puedan disponer de más tiempo para permanecer con sus bebés. No creo que nadie vea ningún problema en que los hombres puedan estar más con sus hijos y apoyar más y mejor a sus parejas puérperas. Pero en la situación actual de las madres en España es sangrante otorgar más tiempo y dinero a los hombres sin haber mejorado la situación de las maternidades.

Quizá sobre el papel los permisos de maternidad y paternidad iguales e intransferibles puedan llegar a presentarse como una medida de apoyo a la mujer. Al fin y al cabo, nuestros dirigentes persiguen el noble y moderno objetivo de liberar a las puérperas damiselas de las garras de sus bebés. Pero lo cierto es que los afortunados varones españoles que han sido padres se colocarán gracias a esta medida a la cabeza de Europa en cuanto a permisos de paternidad intransferibles, mientras que las madres españolas recién paridas continuarán a la cola de las licencias remuneradas en Europa.

Esto se explica mejor teniendo en cuenta que en nuestra sociedad la libertad se entiende como capacidad para consumir, así que cuando se empuja a las madres puérperas al tajo a las 16 semanas de haber parido se hace por su bien. Siguiendo esta receta, ellas tendrán más poder adquisitivo y serán más felices. Y los bebés "se adaptan a todo", un planteamiento perfectamente ideado por el Patriarcado para dejarlos fuera de juego. A ellos y a sus necesidades. Así de sencillo. Y aunque las madres recientes puedan sufrir por dejar a sus criaturas radicalmente inmaduras y dependientes no hay que hacer caso a estas manifestaciones blandengues, dice con hechos el discurso oficial. Todo para las madres, pero sin las madres: Bienvenidas al despotismo ilustrado 2.0.

Precisamente la consulta a las madres para la toma de decisiones relativas a los permisos de paternidad y maternidad es una de las reivindicaciones de la Plataforma de Madres Feministas por la Ampliación de los Permisos Transferibles (Petra), que mantiene abierta una recogida de firmas por internet con el fin de visibilizar cómo miles de mujeres reivindican la libertad para elegir vivir otras maternidades más presentes.

Está claro que no es una obligación moral criar a un hijo a tiempo completo, y claro que muchas mujeres se sienten mejor compatibilizando tan pronto como pueden la crianza con el trabajo remunerado. Y qué bueno que las mujeres tengamos esta libertad de movimientos para decidir cómo y cuánto nos involucramos con la crianza de nuestros hijos. Si la actual regulación permite que una mujer elija volver antes al trabajo, ¿por qué impide que elijamos en sentido opuesto? ¿Qué pasa con las madres que queremos permanecer con nuestras criaturas, amamantarlas en exclusiva, tejer un vínculo presente con ellas más allá de las 16 semanas que otorga el marco actual de los permisos por maternidad? ¿Y si estas madres disfuncionales para el sistema no fuéramos poco inteligentes? ¿Y si no nos estuviéramos equivocando, ni fuéramos ñoñas ni antiguas?

Si considerásemos estas preguntas, estaríamos interesados en un marco regulador de los permisos en el que cupieran muchas maternidades posibles, sin trucos de ingeniería social. También veríamos que permanecer más tiempo con las criaturas debería ser una elección posible, libre y respetada, nunca un privilegio ni una obligación por falta de horizontes. Y para ello serían imprescindibles medidas específicas que fomentasen la contratación femenina, la no discriminación por el disfrute de bajas maternales, la reincorporación al mundo laboral después de la crianza y la promoción de las mujeres dentro de las empresas.

Tendríamos entonces un contexto social que apoyaría a la mujer que tomase esta decisión. Con medidas concretas, reconocimiento social y también con apoyo económico. Estaríamos ante el fin de la tonta desgracia de la maternidad a tiempo completo. Ante el inicio de una historia nueva para las mujeres y para sus hijos. Nuestros hijos.

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