Durante el verano de 1941, Alemania inició la invasión de Rusia y el régimen franquista anunció el envío inmediato de un contingente de voluntarios con el objetivo de combatir al comunismo en la Segunda Guerra Mundial. Los casi 50.000 voluntarios de la llamada División Azul, la mayoría vencedores de la Guerra Civil española, participaron en la guerra contra Rusia para combatir el comunismo. En la contienda hubo quienes fueron por dinero, por espíritu de aventura o incluso por lavar su imagen o por salvaguardar a sus familias de posibles represalias. Ejemplos de estos últimos son el cineasta Luis García Berlanga, quien acudió tras el perdón de la pena de muerte de su padre, diputado republicano, o el actor Luis Ciges, cuyo padre había sido asesinado en 1936 por el bando sublevado en Ávila. Ambos, como otros, fueron de ideología anarquista.

La política franquista de connivencia con los regímenes fascistas de Alemania e Italia llevó a este acto testimonial de ayuda contra el ogro comunista, pese a la situación socioeconómica que vivía el país tras una cruenta Guerra Civil. Entre las tropas españolas destinadas en el frente Este, estaban numerosos canarios, dejando más de un centenar su vida en Rusia, a los cuales se sumaron numerosos heridos y mutilados y, aunque parezca insólito, alguna que otra historia de amor surgida en las gélidas estepas rusas. Uno de los divisionarios que participaron en el cerco de Leningrado era natural de Gáldar y además de vivir los estragos del régimen de terror que quería imponer Hitler volvió a casa con fama de valiente y una historia de amor y guerra. Todo eso pasó hace ahora 77 años.

El 20 de febrero de 2009, el periódico alemán Nordbayerische Zeitung publicaba la noticia de que una ciudadana alemana de Nuremberg, Francisca Grießl, llevaba tiempo tratando de dar con el paradero de su padre, del que sabía que había sido voluntario de la División Azul. Sabía su nombre, Francisco Suárez, así como que era originario de Gran Canaria. Su madre, una auxiliar sanitaria llamada Ella Macht, había conocido a Francisco Suárez durante su convalecencia en un hospital y el apuesto y alegre voluntario español la había enamorado.

Los dos iniciarán un corto romance hasta que las circunstancias bélicas lograron separarlos. Sin tener noticia alguna de ese embarazo, Francisco debió volver al frente de batalla y la joven sanitaria solo conservó una foto suya que años después entregó a su hija, nacida en 1944. La foto muestra a un alegre y apuesto suboficial español, que luce sobre su guerrera las cruces de Hierro de 2ª y 1ª Clase. Una vez conoció la historia, una de las primeras decisiones de la hija del divisionario fue cambiar la versión germana de su nombre, Franziska, por la versión española, Francisca.

Acabada la guerra, Ella Macht contrajo matrimonio con un ciudadano alemán, Ernst Hop, que adoptó a Francisca como hija propia. Hasta que cumplió 25 años, Francisca no supo quién era su verdadero padre, pero desde que conoció la historia de aquel amor secreto de su madre no se separó de su foto. En 1992 murió su padre adoptivo y un año después el hijo de Francisca, Markus, contrajo matrimonio con una española. Fue entonces cuando le pareció oportuno no resistirse a la tentación de saber quién era su padre.

Como declaraba a uno de los diarios alemanes Francisca: "El círculo de la vida comenzaba lentamente a cerrarse". Francisca y Markus comenzaron a indagar en España para tratar de dar con el paradero de su padre y abuelo. La búsqueda empezó a dar los primeros frutos. Así, en 2003 averiguaron a través de los fondos documentales y expedientes personales de los archivos militares españoles, en concreto en el Archivo General Militar de Ávila y el de Madrid, que al menos tres hombres llamados Francisco Suárez sirvieron en la División Azul, y dos de ellos eran grancanarios: uno de Tunte y otro de Gáldar.

Sin embargo, el intento de contactar telefónicamente con una persona que aparecía con esos datos en los listines telefónicos de Canarias resultó infructuoso. Pero Francisca y Markus no se sintieron desmoralizados. Dos años después volvieron a la carga, no sólo por amor propio, sino porque estaban convencidos de que detrás de la historia misma de aquel veterano de guerra había una historia apasionante por escribir. Después de hacer toda clase de averiguaciones inútiles, decidieron por su cuenta y riesgo enviar una carta a más de un centenar de personas que tenían ese mismo apellido y que residían en la provincia de Las Palmas.

En cada una de aquellas misivas iba una copia de la foto del suboficial de la División Azul y la certidumbre emocionada de que no había poder humano capaz de derrotar aquel deseo empedernido de dar con el paradero de un familiar que no conocían. De tanto empeño lograron una respuesta, el destinatario de una de las cartas había merecido una atención especial. Alguien llevó la foto del veterano de guerra al Archivo Municipal de Gáldar, donde un sobrino de Francisco Suárez, que allí trabajaba, reconoció enseguida al personaje de la foto. Su tío le enviaba desde Rusia ejemplares de la Hoja de Campaña de la División. De modo que aquel sonriente voluntario español era su pariente.

Por desgracia, el descubrimiento iba acompañado de una mala noticia: Francisco Suárez había muerto en 1983. Pero el empeño había valido la pena, ya que Francisca descubrió que tenía una hermanastra, Mari Pino; un hermanastro, Juan Francisco; así como cinco sobrinos y 21 primos y primas. En el año 2006 los Grießl subieron a bordo de un avión y se plantaron en Gran Canaria para conocer a su familia canaria. Desde entonces, las dos ramas de la descendencia del divisionario canario mantienen un estrecho y fluido contacto. Las dos hermanas han descubierto que no solo tienen un notable parecido físico sino sorprendentes afinidades artísticas, pues ambas se dedican a la pintura.

Francisco Suárez Ojeda nació en Gáldar el 17 de septiembre de 1915, siendo el más pequeño de una amplia familia dedicada a la agricultura y formada por cinco varones y tres mujeres. Participó en la Guerra Civil y después se alistó en la División Azul, perteneciendo a la primera compañía del Batallón de Zapadores 250, dos contiendas y algunos traumas aún sangrantes en la conciencia de los españoles.

En el frente de batalla ruso resultó gravemente herido, teniendo que ser hospitalizado en Hof tras sufrir la explosión de una granada cuya onda expansiva llegó a sepultarle. Por sus méritos de guerra fue condecorado con la Cruz de Hierro de 2ª clase y 1ª Clase por su actuación en un combate del 29 de diciembre de 1942, cuando hostigaron fuertemente al enemigo en Jam Ishora y Petrolowo, impidiendo que pudieran acudir reservas a la avanzadilla atacada. Esta última medalla le fue impuesta el 6 de enero de 1943. Tras el regreso a España de la División Azul, concretamente el 12 de abril de 1944, en que llegó oficialmente a España el último contingente de la denominada 'Legión Azul', el sargento Suárez regaló sus condecoraciones al apóstol Santiago, patrón de la ciudad de Gáldar, como agradecimiento por haber regresado con vida, que hoy día se conserva en el camarín y que en los pasados años se colocaban en el trono procesional, delante de la imagen, con una cierta solemnidad.

Ya en España, formó familia y siguió la carrera militar como suboficial del arma de Ingenieros, ascendiendo hasta teniente, ya retirado. La mayor parte de sus destinos fueron en Canarias. Falleció en su Gáldar natal el jueves 27 de octubre de 1983 a los 68 años.

El médico 'de Gáldar'

Otro de los voluntarios caídos en Rusia fue Maximino Jesús Magariños Rodríguez, un médico perteneciente al colegio de Las Palmas, aunque no había nacido en las islas. De origen lucense, Maximino se inscribió en un primer momento en el colegio médico de Lugo, pero en el verano de 1942 pidió el traslado de su expediente a Canarias al ser destinado como médico de Asistencia Pública Domiciliaria en el municipio de Gáldar, aunque nunca llegó a ocupar su plaza, pues se integró como parte del contingente de la División Azul.

Sin embargo, fue reconocido como miembro del colegio palmense tras tomar posesión ante sus jefes militares y permitírselo la ley de excepción. Magariños se preocupó de velar por sus intereses y comunicar con el presidente del colegio de Las Palmas desde el frente de guerra para tener al corriente todos sus pagos y haberes, recomendándole el presidente en diversas cartas enviadas al frente mantenerse firme en la lucha contra el 'peligro de Europa' y dándole pormenorizadas explicaciones de las peculiaridades de su plaza en Gáldar.

Magariños pedía a su interlocutor que depositara sus honorarios -los percibía al ser reconocido su voluntariado en Rusia- en la Caja de Ahorro y Monte de Piedad de Santiago de Compostela, además de solicitarle que le enviara la dirección postal de alguna persona de Gáldar para procurarse un domicilio, pero que nunca habitó al caer en el frente de guerra.