La Provincia - Diario de Las Palmas

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Desde mi isla

¿Caridad? ¿Solidaridad?

La caridad es virtud teologal, exaltada por la Iglesia. Pero la Iglesia no la acotó, no le puso límites matemáticos a la voluntad del acto, como sí hizo con sus ingresos de décimos y primicias y, así, la caridad se convirtió en limosna liberadora de conciencias, juzgada por el propio limosnero. La Iglesia de la Inquisición y las simonías aportó a cambio de sus incalificables actuaciones figuras venerables que se entregaron al cuidado de los demás, entre ellas: Teresa de Calcuta, las monjas que dan su vida por los demás en África y América y, en el caso canario, por ejemplo, las monjas del Hospital S. Martín, de Las Palmas de Gran Canaria, entregadas al prójimo sin condiciones.

Los tiempos cambian. ¿Cómo juzgar, hoy, la limosna de un euro? ¿Generosidad o tacañería? ¿Cómo calificar la recogida de inmigrantes para encerrarlos en barracones, que se asemejan más a una cárcel que a un asilo? Nada de eso es caridad, porque lleva la etiqueta de la eventualidad, de la piedad peligrosa (Stefan Zweig) y de la portada de la prensa.

La Comunidad Europea no logra sacar un frente común para los inmigrantes. Algunas naciones no quieren saber nada de acogidas y otras -el Mediterráneo- se atiborran de estas personas, que buscan lo más preciado: una vida digna y un sacrificio perenne para la educación y mejora de sus hijos. ¿Se han olvidado de las felonías cometidas con los esclavos? Cinco millones murieron en la travesía del Atlántico desde el Congo, propiedad particular de Leopoldo II. Esclavos negros levantaron la economía de USA y hoy un presidente promete muros, vallas, concertinas y hasta el ejército para aquellos que buscan un futuro mejor en tierras que los norteamericanos usurparon a México, como Texas y California. Miles de habitantes de América Central caminan miles de kilómetros en busca de lo que se puede definir con dos palabras: vida digna. Los niños marchan como si estuvieran en una excursión, les atraen la multitud, las pernoctaciones en las cunetas de las carreteras, sus nuevos amigos, pero la realidad muestra otra cara: sacrificios, enfermedades, agotamiento, hambre, actitudes solidarias para los más necesitados, es lo que pueden ofrecer -de momento- al dragón que ahora mismo preside USA, que no sabe de caridad, que olvidan que ellos son los mayores culpables del drama de América Central. Empresas con sueldos de miseria, en los amplios campos, arrebatados a los nativos (United Fruit), implantación y protección de dictadores corruptos, explotación de recursos naturales y sueldos de neoesclavitud.

Ya no es hora de la caridad, sino de la solidaridad. El mundo entero debe seguir un plan general urgente para las inmigraciones, con inversiones generosas para construir hospitales, escuelas, carreteras y en general una infraestructura sostenible. Es la única solución, que además dará trabajo a muchos técnicos de los países comprometidos. Se trata de hacer habitables las inhóspitas y resecas tierras de África y América, principalmente. Se trata de que pueblos enteros no tengan que abandonar los lugares en que nacieron.

A una ONU ineficaz, parcial e injusta le debía corresponder liderar esta misión solidaria. ¿Pero cómo se puede actuar democráticamente en un organismo en el que se admite el veto de las grandes potencias? ¿Cómo justificar la muerte de los niños de Yemen, abatidos por las bombas de los aviones saudíes, el Apocalipsis de Siria, el holocausto de los palestinos a manos de los judíos? La ONU es la metáfora de la gran felonía humana de la que habló Borges. Kant dijo que la razón condena la guerra, que solo puede evitarse con un gobierno universal, que muy bien pudo ser la ONU. Hegel opina lo contrario, cuando se opone a la Sociedad de Naciones y añade: La historia del mundo es el simple concepto de la Razón. La Razón es la soberana y la historia del mundo se presenta como un proceso racional. No puede estar más en desacuerdo con Kant y con Bor-ges si esa racionalidad es la que lleva -sin equívocos- a la teoría darwiniana de la supervivencia de los hombres más aptos, lo que lleva a la caridad y a la solidaridad a la misma fosa común.

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