Los cambios de hábitos como consecuencia de la era de Internet han puesto a las instituciones culturales y recreativas en la tesitura de reinventarse o desaparecer de forma irremediable. Museos, cines, salas de exposiciones, clubes de opinión, sociedades deportivas, librerías, periódicos, revistas y canales de televisión han sufrido con el tsunami de la digitalización cambios sustanciales en sus contenidos, nuevos enfoques para la captación de audiencias y hasta rupturas con principios fundacionales que parecían inamovibles. La celebración en 2109 de los 175 años del Gabinete Literario viene a ser una referencia para un análisis de la supervivencia de las instituciones antiguas en el espacio civil, afrontando mudanzas de etapas políticas y mutaciones en el tejido social con una flexibilidad y comprensión dignas de estudio.

Nacido como punto de encuentro de las elites grancanarias, con la seña de identidad de su distinción, al socaire de los apellidos de los nombres de la aristocracia y de unos terratenientes agrícolas combinados con la alta burguesía profesional y comercial, el Gabinete Literario ha logrado mantenerse firme regateando en corto imprevistos económicos y el vértigo de la disminución de socios. Dos cuestiones más que suficientes para acabar con su ejemplo de longevidad, pero que ha logrado superar aplicándose con denuedo en una intensa búsqueda de patrocinios culturales, modelo del que ha sido pionero con la creación de una organización directiva con relevantes representantes de sectores económicos de la Isla.

Tampoco se puede pasar por alto que la presidencia del Gabinete Literario la ostente Juan José Benítez de Lugo y Massieu, un descendiente de aquella aristocracia fundadora, cuya gestión está marcada por el tono liberal, la tolerancia de ideas, la atención a las propuestas de la sociedad civil y la inmersión en debates tan esenciales en el siglo XXI como el cambio climático. Esta conjunción de intereses, entre otros, hace que el servicio sociocultural del Gabinete sea imprescindible para una ciudad como Las Palmas de Gran Canaria, sobre todo porque cualquier espacio que promueva la participación ciudadana actúa contra un hiperindividualismo en la cultura y el ocio que fomenta la insolidaridad, el desinterés frente al otro o simplemente la apatía ante los problemas colectivos.

El Gabinete Literario cada vez consigue más victorias en la batalla por obtener más apoyos a estos fines modernos, producto de su reinvención permanente. Una consideración que, sin embargo, no podemos hacer extensible al tratamiento que recibe por parte del poder político: una prueba de ello es la reforma de su emblemática sede de factura modernista, que, debido al maltrato presupuestario, se lleva a cabo por etapas que retrasan de manera determinante el proyecto arquitectónico de renovación global con un nuevo catálogo de ofertas para los socios, así como la habilitación de espacios que ahora mismo están en desuso. La celebración del 175 aniversario debería ser un acicate para que gobierno autónomo, Cabildo y Ayuntamiento desatasquen de una vez por todas la iniciativa para el saneamiento definitivo del inmueble, un Bien de Interés Cultural (BIC) que provoca admiración entre los turistas y cuya rehabilitación se convierte en un objetivo inaplazable.

La socialización del Gabinete Literario, que ha sido ir más allá de las puesta de largo de la señoritas de la sociedad grancanaria, ha tenido sus momentos más trascendentales, por citar a los más recientes, en el movimiento para la consecución de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) o en la circunvalación como obra prioritaria para mejorar las infraestructuras de la Isla. Los promotores de ambas reivindicaciones consiguieron su propósito, a la vez que el Gabinete Literario apuntaba entre sus méritos una demostración de sensibilidad frente a la preocupación colectiva. Sólo se han citado aquí dos hechos, pero la nómina es larga, ya sea con posiciones surgidas por el pleito insular, las carencias sanitarias o el Régimen Económico y Fiscal de Canarias (REF). Tampoco podemos olvidar la celebración desde su ciudad natal de los hitos literarios de Pérez Galdós, el nombramiento como ministro de León y Castillo, su colaboración para la creación del Colegio San Agustín en un contexto de precariedad educativa o su influencia para sacar adelante la Sociedad Filarmónica, pieza clave para la futura Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. Un poso aperturista que también sufrió la intromisión del franquismo y sus dictados, pero que aún así y todo siguió a disposición de la sociedad civil como foro para exposiciones, entre otras finalidades, dando la primera oportunidad a artistas que con el paso de los años serían protagonistas del arte internacional, como fue el caso de un joven Manolo Millares. Una apuesta por el arte innovador que se ha mantenido en el tiempo, en especial por la relevante acción germinal de la crítica de arte Clara Muñoz, ya fallecida.

La transversalidad del Gabinete Literario queda patente con su elección como Centro Unesco Gran Canaria con una apuesta decidida por el desarrollo sostenible a partir de los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas, así como la divulgación de medidas para contrarrestar el cambio climático en el planeta. La Base Digital Recursos Hídricos y Cambio Climático Macaronesia (Badimac) es la realización más exitosa del Centro Unesco, una herramienta de conocimiento científico, pero también fundamental por su accesibilidad para estudiantes universitarios. Un carácter de alto nivel que no clausura otras iniciativas que, en el mismo ámbito del desarrollo sostenible, tratan de acercarse a la sociedad donde está insertado el Gabinete: un ejemplo de ello fue el programa de conferencias Recuperar el Guiniguada, donde arquitectos, ingenieros, ecologistas, especialistas en movilidad y economistas dieron a conocer sus propuestas en torno a la supresión de la antigua autovía de Tafira para su conversión en corredor verde de uso ciudadano.

Sería inabarcable el espacio para referirnos aquí a todos y cada uno de los itinerarios que conforman la vida tan larga y productiva del Gabinete Literario, un espacio que siempre ha estado al lado de los principios que forjó la ilustración -su biblioteca así lo demuestra- dando cobijo a las ideas que alimentan el mundo de la democracia y la libertad en todas sus variantes, logros que ahora no pasan por su mejor tiempo. La celebración de su 175 aniversario, su presencia en el espacio de la sociedad civil, viene a demostrar su renovación, la capacidad de reinventarse, pero siempre desde el espíritu del debate, cerca del mundo de las luces y no de las sombras. Escribir sobre una institución fundada en 1844, durante el reinado de Isabel II, viene a ser un momento extraordinario en un siglo profundamente perseguido por una transformación nunca vivida: cambios que antes tardaban centurias enteras se producen ahora sin desmayo en múltiples campos de la investigación o de la vida cotidiana. Y lo más singular es que el Gabinete Literario sigue ahí sin encerrarse entre sus cuatro paredes.

Felicidades, y que vuelva a atravesar un nuevo siglo con la robótica y los avances tecnológicos y de investigación como compañeros de viaje.