Se ha celebrado la primera vista del primero de los juicios contra el actor Kevin Spacey por agresión sexual. Recuerdo los crujidos de dientes y la indignación dispéptica de hace meses, cuando se hizo pública la denuncia: Spacey había intentando "forzar" a un joven de 18 años en un bar de Nantucket, una isla turística de Massachussets, al sur de Cape Cod. Después del chaparrón de denuestos y maldiciones ahora se conoce íntegramente el testimonio del denunciante. Era camarero en el bar donde el actor tomaba una copa. Reconoce que le dijo a Spacey que había cumplido 26 años -en lugar de los 18 que tenía en realidad- y que le siguió la conversación, en la que el actor se ufanó -humorísticamente- del trabajo de su pene. Lo invitó a ir a su casa. El chico se negó, pero siguió manteniendo la conversación. Luego Spacey se bajó la bragueta y se restregó contra el camarero durante tres minutos (sí, tres minutos) mientras continuaban hablando. Lo más sorprendente es que alguien grabó en vídeo esta situación y es la que los denunciantes aportan como prueba para ratificar su testimonio.

Estoy seguro de que un incidente de esta naturaleza recibirá distintas reacciones, aunque no está de más añadir que, al menos de lo que se ha podido leer en los últimos días, hasta ahí llegó la agresión sexual. No se produjo más violencia física, ni continuó la conversación, ni se originó una persecución, ni mucho menos la estrella intentó en días sucesivos ponerse en contacto con el camarero. En un bar semidesierto -era casi la hora del cierre- un cincuentón se acerca a un camarero e intenta inequívocamente hablar con él -ni siquiera los proctólogos tienen en los penes y en los conductos anales material de conservación con extraños- y el joven le miente sobre su edad, y es lo suficientemente alto, grande y fornido como para aparentar al menos ocho años más, y habla durante varios minutos, quizás sonriente. Cuando Kevin se va al baño, bastante borracho, el joven -hijo de una periodista de televisión- abandona el bar.

Yo no le quito importancia a una arremetida repugnante como esta ni creo que Kevin Spacey deba irse de rositas. Al parecer se acumulan docenas de episodios similares denunciados en Estados Unidos y en Gran Bretaña. Pero no puedo dejar de pensar en esa noche, en un tipo que bebe más de la cuenta, en un joven que se siente a la vez asustado y halagado por el sucio interés que despierta en una celebridad, en una celebridad que cree que el dinero, la fama y la suerte que ha tenido en la vida lo librarán de todo mal, incluido un pibe que saque de repente una navaja y le corte el cuello, pero eso también forma parte de la excitación, del juego, de la apuesta en la que siempre gana el deseo y no sé, realmente, lo que habría que hacer con uno de los actores más dotados, inteligentes y dúctiles del cine en los últimos 30 años. Porque eso forma parte también del desconsuelo. ¿Kevin, tío, por qué le hiciste eso a ese chico, a tantos chicos, por qué nos has hecho esto a millones de personas que necesitamos tu arte y admiramos tu talento, por qué te hiciste esto, maldito y genial imbécil?