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Gerardo Pérez Sánchez

¿Qué clase de votante es usted?

El filósofo norteamericano Jason F. Brennan, que ejerce como profesor en la prestigiosa Universidad de Georgetown y posee una amplia producción científica y académica sobre la democracia y el ejercicio del derecho al voto, ha realizado una peculiar clasificación de los votantes en tres categorías: los "hooligans", los "hobbits" y los "vulcanianos". Según él, los hooligans acuden a votar cegados por la devoción a unos colores, lo que implica, al mismo tiempo, el odio a los contrarios y el incondicional apoyo a los líderes y representantes de su partido. Aplauden y jalean cualquier iniciativa, eslogan o discurso de quienes consideran "los suyos" y critican con rabia y resentimiento cualquier manifestación del resto de los contrincantes. Desean de igual modo la victoria de sus siglas que la derrota de las de sus rivales. Como esos bochornosos aficionados al fútbol, hacen gala de un comportamiento nada racional y actúan movidos por instintos básicos e irrefrenables. Incapaces de criticar y juzgar a todos por igual, se dedican a disculpar y justificar cualquier acción realizada por los miembros de su bando, pero son severos y hasta inmisericordes ante actuaciones similares, siempre y cuando procedan del adversario. Imaginen lo que debe ser ejercitar el derecho al voto de esa manera.

Por su parte los hobbits (que adoptan su nombre de los famosos personajes de la saga literaria de El señor de los anillos) se caracterizan por su indiferencia hacia lo que sucede en el exterior de su círculo más inmediato. Mientras tengan garantizado un mínimo grado de comodidad y tranquilidad, se muestran apáticos e indolentes ante la existencia de cualquier problema. Si la contrariedad no les afecta personalmente, se conducen con total pasividad. Como integrantes del cuerpo electoral, manifiestan su desidia a través de la abstención o mediante el ejercicio de unos votos centrados únicamente en sus intereses personales, insensibles ante las dificultades que estén padeciendo sus compatriotas ni, menos aún, los ciudadanos extranjeros. Para Brennan, los hobbits disponen además de un nivel de información bastante bajo y no poseen opiniones propias, sino que las toman prestadas, por lo que son fácilmente manipulables a través de la campañas de marketing y publicidad.

Cierran esta peculiar terna los vulcanianos, que toman su denominación de la célebre saga galáctica Star Trek. Se trata de seres racionales que piensan de un modo científico y no votan ciegamente a un partido ni siguen incondicionalmente a ningún líder. Poseen formación, reflexionan y, en consonancia, toman sus decisiones. A juicio del ilustre académico, el principal problema de la democracia estriba en que el número de hooligans y de hobbits supera ampliamente al de vulcanianos, generando gobiernos y mayorías parlamentarias elegidos y legitimados de forma visceral y pasional, lo que fomenta la mediocridad de las sociedades.

Pero no se confundan, Jason F. Brennan es un defensor de la democracia y tiene claro que los países democráticos son los más prósperos, los mejores para vivir en ellos y los que más respetan los derechos y las libertades. Sin embargo, no soporta la falta de autocrítica y el falso discurso triunfalista que venera la supuesta perfección del sistema porque, en un mundo donde priman la desinformación, la manipulación, el grito y el eslogan prefabricado, resulta sumamente sencillo manejar a un electorado maleable.

A más de uno, este curioso catálogo salido de la mente del docente anglosajón podrá parecerle una caricatura sin rigor o un dibujo simplista de la realidad. Sin embargo, ya decía Winston Churchill que "el mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio". En este 2019 millones de españoles estamos llamados a las urnas. Se celebrarán elecciones europeas y municipales y, en varias comunidades autónomas, hay que elegir a sus parlamentos. Incluso en los archipiélagos, a sus cabildos y consejos. También suena con fuerza el rumor de un posible adelanto electoral a nivel nacional. En esta tesitura, convendría que la ciudadanía fuera consciente de su poder a la hora de ejercer el derecho de sufragio y si, efectivamente, piensa llevarlo a cabo con responsabilidad o tan sólo lo va a desperdiciar.

Se critica con ligereza a los cargos públicos. Según las encuestas, los políticos están considerados uno de los principales problemas de nuestra sociedad. Todo el mundo habla de la desafección que provocan en los ciudadanos. Cuando resultan elegidos determinados perfiles como los de Donald Trump o Jair Bolsonaro, o cuando emergen de la nada ciertas formaciones radicales, numerosos votantes se echan las manos a la cabeza, obviando que son el resultado de millones de voluntades que otorgan un mismo respaldo. Tal vez haya llegado por fin el momento de ser vulcanianos, de formarnos más, de informarnos mejor, de dejar de rendir pleitesía al líder, de ser más críticos y, también, más autocríticos, más reflexivos y más racionales. Puede que entonces la democracia que queramos y la que consigamos se asemejen.

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