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Javier Durán

RESETEANDO

Javier Durán

Totalán no es Albuquerque

Hay un filme de Billy Wilder, El gran carnaval, que en la década de los cincuenta impactaba a los estudiantes de periodismo. Más de un profesor la incluía en el temario de su asignatura como referencia para no caer en los vicios del sensacionalismo: o sea, lo contrario a la consigna de las fuentes bien contrastadas y de la separación entre información y opinión. Recordé la excelente película por la queja contra los bulos de los padres de Julen, el niño que cayó en un pozo de Totalán y que en una operación de ingeniería sin precedentes tratan de rescatar un equipo de mineros expertos. Kirk Douglas, el protagonista de la obra del director de El apartamento, es un reportero de un periódico local que aspira a una gran noticia para impresionar a sus jefes en Nueva York. La oportunidad le surge con el rescate de un vecino de Albuquerque, cuyo drama llama la atención de una riada de curiosos. El periodista, sin escrúpulos, decide aprovecharse de la situación, maneja el operativo a su placer, tanto que decide alargarlo para obtener más rendimiento de sus crónicas. Sería alucinante pensar en una situación similar en la montaña de Totalán, pero así y todo uno no acaba de estar cómodo frente al frenético deseo de conectar con la última hora de ese paisaje seco y duro, donde el trabajo arriesgado e infernal de los rescatadores contrasta con la ansiedad informativa por saber cuánto tiempo falta para llegar donde está el pequeño atrapado. Pero aunque a uno le produzca desasosiego la convivencia de dos propósitos tan dispares, sería de una arrogancia inconcebible exigir un apagón en el lugar de los hechos: hay acontecimientos que conectan a miles de millones de personas, y la mayoría de ellos suelen ser tragedias. Otro asunto son los Kirk Douglas de turno, que los hay, adaptados al siglo XXI, que esperan el máximo rédito de una falsedad para sus chiringuitos de tres al cuarto.

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