La Provincia - Diario de Las Palmas

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OBSERVATORIO

Algunas dudas

Que un juez, en un asunto menor, elija, entre las varias interpretaciones legítimas de la ley, aquella que mejor encaja con los intereses de aquellos de quienes espera un igualmente legítimo favor, no es de extrañar. No es habitual, pero sucede. Es un: "Te doy esta interpretación (insisto, legítima) y tú, llegado el momento, me das lo que sabes que espero de ti". Son cosas que pasan y no por ello hay que tachar a todo el sistema judicial de corrupto. Probablemente, ni esto que cuento puede ser clasificado como corrupto. Es un arreglillo. Una delgada línea imaginaria lo separa de los casos de "corrupción mosquito", bien diferente de la "corrupción dinosaurio" de la que venimos a saber de tanto en tanto y de los que nunca vendremos a saber porque han sido ocultados de manera más profesional si cabe.

Vamos al otro extremo. Una lectura de las citas que Eric Toussaint hace sobre la lucha de clases según Adam Smith (no Karl Marx) puede resultar sugestiva. Están aquí: http://rebelion.org/noticia.php? id=250540. Lo que dice Smith es que los acuerdos (tácitos o explícitos) entre grandes empresarios, terratenientes y grandes comerciantes son lo habitual, aunque la crítica casi obligada sea contra los posibles acuerdos de los que sufren tales manejos. Los manejos (siempre según esta lectura de Smith) incluyen echar la culpa a los salarios de los males de la economía (y no digamos a las subidas de salarios mínimos legales -y tal vez legítimos, pero eso a Smith no le preocupa tan-to-). Nada que decir sobre paraísos fiscales y evasiones igualmente fiscales, salarios desmesurados para los grandes decididores, vacaciones de oro, bonus y decisiones económicas en función de los propios intereses como «clase» (porque clase social son). Es comprensible que asusten las rebeliones del tipo chalecos amarillos mientras pasan desapercibidas las rebeliones en el otro lado. Y es curioso que, según dicho autor, el beneficio de un producto manufacturado se deba al trabajo y solo al trabajo. Un exceso en la idea que retomaría Marx sobre la plusvalía. Capital, gestión, tecnología y materias primas también tienen algo que ver, pero lo que estos dicen es que, por lo menos, el peso mayor haya que atribuirlo a los que, después, se acusa de ser los causantes de los problemas dadas sus demandas desmesuradas y poco realistas, inconscientes de las condiciones económicas (llovidas del cielo, como si nadie las hubiera producido) en que se desenvuelve esa actividad.

Entramos entonces en la soberbia. Tanto la de la derecha como la de la izquierda. La distinción se basa en qué defiende cada cual, además del retórico "interés general" y el "personal". No estoy hablando de votos. El contenido de "clase" de los votos de cada partido, nada tiene de mecánico y automático: "los de arriba" votarían a la derecha y "los de abajo" votarían a la izquierda. No hay tal. Otra cosa es que unos partidos defiendan unos intereses y otros partidos, en teoría, a otros. Y digo en teoría porque no solo se trata de voto sino también de apoyo económico y tecnológico (y más ahora en tiempos de las redes sociales). Los buenos datos que hay sobre los Estados Unidos, por ejemplo en OpenSecrets (y que ya los quisiera conocer yo para las Españas, que incluye a Cataluña), muestran el apoyo económico que las grandes fortunas y las grandes empresas prestan tanto a unos como a otros. Cierto que más a los Republicanos, pero también a los Demócratas.

Pero hay diferencias incluso cuando están en la oposición: la soberbia de la derecha que apoya unos intereses (de "clase" también) consiste en saberse en el poder real; la de la izquierda, en cambio, consiste en creerse que tiene razón y que, por tanto, puede extender certificados de "verdadera izquierda" a diestro como a siniestro. La derecha, aparentemente fragmentada, tiene su unión en el poder y en sus alianzas a lo Adam Smith (porque Smith analizaba, pero sabía a favor de quién). La izquierda, igualmente fragmentada, obtiene su desunión de diferencias retóricas, palabras apropiadas, los líderes carismáticos, los mitos aceptables, discusiones sobre los teóricos y hasta la exégesis correcta de sus libros sagrados.

No todo es así. Ni todos los jueces son parciales ni todos los políticos corruptos o maniobreros, aunque lo que no es de recibo es que se intente ocultar una cosa y otra. Que será mayoritaria o minoritaria, eso no lo sé, pero sí sé que es real del mismo modo que sé que no es general. Pero ahí está. Duda metódica, pues.

José María TortosaSociólogo

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