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Rubén Reja

En voz alta

Rubén Reja

Fin de carrera

Los taxis que ruedan por las principales ciudades de España son las cabinas telefónicas. Ésas que han quedado ya obsoletas pese a que eran esenciales en la vida. Aquellos armazones de sentimientos, donde las alegrías y las tristezas convivían a golpe de monedas, han colgado sus servicios para siempre. Un desenlace al que se aproximan de forma inexorable los taxistas, si no se reciclan a tiempo. Los consumidores, siempre ávidos, se decantan sin titubeos por mejores servicios al mejor precio.

Si bien es cierto que el taxi tradicional nos ha salvado la vida en miles de ocasiones (nos ha llevado a urgencias, nos ha acompañado a casa muchas madrugadas..) la irrupción de nuevas ofertas, más eficientes, cómodas y económicas ganarán la partida a los pesetas. Un gremio al que se le mira con recelo porque habla mucho o poco, porque hace el recorrido a toda prisa o ralentiza el paso y hace el trayecto más largo, porque tiene la música muy alta o porque se queja por todo mientras asfixia el claxón. Infinidad de detalles, con excepciones, que juegan en su contra.

El temido progreso, que pone la tecnología al alcance de todos, amenaza de muerte a un gremio que necesita reciclarse a pasos agigantados si quiere subsistir. La liberalización de la actividad es la solución de una situación que no desaparecerá con el chantaje y el estéril pataleo. No queda otra. Con un simple móvil ya es posible reservar un transporte señorial y con unas condiciones más asequibles.

Las nuevas tecnologías dejan obsoletas a lo anterior y el que no se sube al avance se queda en el camino casi sin darse cuenta. Algo que afecta a todas las actividades sin remisión. Solo hay que observar las nuevas profesiones que han desaparecido para siempre: afiladores, acomodadores o los serenos de antaño y las que han surgido de repente: gestores de redes, especialistas en big data (no sé muy bien lo qué es), youtubers, influencers o expertos en vehículos autónomos. Todos ellos, actores que entran en el escenario de la cuarta revolución industrial. Los taxistas, en su delicado caso, deben reaccionar con diálogo y con posturas flexibles ante unos cambios inexorables. En caso contrario, estarán parando el taxímetro y poniendo fin a la carrera.

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